Ritualizando


Ritualizando 
 Cuando en este último tiempo se propuso establecer cierto diálogo en relación a la diferencia, a quienes optaron por introducir tal disimilitud conceptual-ontológica se les puede reconocer cierta deuda con la ritualización de la palabra bajo la actividad de desenvolver un discurso orwelliano, es decir, homogeneizador de opuestos. 

 Lo primero que estimula la atención es la fragancia impulsora de tal evento anagógico desde el cual se pretende instalar la formación de una nueva (diferente) moral. Sin embargo, tal intencionalidad obliga a tratar el carácter diferencial del discurso ofrecido. Surge así la tan utilizada oposición (que no por ser tal debe ser únicamente exclusiva) entre diferencia cuantitativa y diferencia cualitativa. Entre ambas, la segunda es la que propone una alternativa-otra frente a la alteración de lo mismo que reflejaría la primera.
 Cuando la diferencia cuantitativa se presenta como cualitativa, lo que ocurre es el interés de, bajo la politonalidad de imágenes diversas, resaltar la coloración distinta (que se distingue como otra). De la politonalidad presentada se advierte también lo polivalente de tal modificación -el juego de los valores morales, políticos, éticos que irradian de la lengua. El encubrimiento de lo-mismo se desarrolla a partir de la identificación con lo opaco; sin apertura a la explicación, lo retratado intenta ofrecerse como lo nuevo, como una etiqueta distinguida aunque lo realice desde una actividad sumatoria de lo mismo. Un lenguaje con pretensión historicista pero nutrido en congelamiento estanco. Una obra de por-art que amaniata el criticismo social. Comisionado por el poder de turno, actúa como cometa resplandeciente alrededor del astro protector. No le interesa perderse en la polisemia desde su elemento diferenciador porque justamente intenta aglutinar lo opuesto en su manifestación (su personalidad es enteramente cuantitativa); se habilita como convergencia última de lo Uno. Su tarea diferente busca la impersonalidad del todo, anunciándose capaz de mantener en pacto lo enfrentado. Como se ve, no hay superación de opuestos sino meramente mantenimiento armonioso de lo contrario. Ahí es donde revela su impostora diferencia y magnitud distinta. Ahora bien, ¿cuál es el grado de diferenciación que tal discurso ofrece para permitirnos pensar algo realmente distinto como si habláramos de una narración enteramente alternativa que desafía a lo anteriormente relatado?
 Para responder la interrogación anterior, la actividad consciente del sujeto real (que podríamos decir que consiste en la historicidad del sujeto trascendental kantiano) es la que podrá descifrar la aparatosidad del lenguaje dominante. A través de la escasez de su porosidad y de la falta de conexión histórica real en su rol poético discursivo opresor, el lenguaje que intente ofertarse como diferente (cualitativamente) cae preso de su limitación estructural-material; pues partiendo desde la producción material vigente se metamorfosea en diferenciado pseudo-concepto (explicativo) para consolidar tal actividad económica. Su engaño consiste en velar, desde la autoproclamación diferenciada, por la imposibilidad de emergentes conceptos cualitativamente diferentes. Estos últimos serán aquellos que sorteen los parámetros de verdad-falsedad impuestos, pudiendo explicar la superación de los opuestos en todo juicio, desmitificando la conciliación latente de la proposición dominante.

 Lucas R. López 
 lucasrl@hotmail.com.ar

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