Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem (cuando la letra explota), Por Lucas López


Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem (cuando la letra explota) 
Por Lucas López
 El enunciado en latín que titula este comentario es un principio o regla que puede traducirse: “No deben multiplicarse (aumentarse) las entidades más de lo necesario”. Es decir, que la intención de esta proposición remite a la manutención de lo no exagerado, de lo no aglutinador -sutil consejo para no caer en complejidades, no ya eclécticas sino contradictoriamente incoherentes. 

 Muchas veces, la presentación del símbolo aduce cierta superpoblacion de elementos referenciados. Su carácter es el de amalgamar en síntesis lo complejo; en a-temporalizar el movimiento del pensamiento, y con ello de la crítica. Se confisca la lógica de la lengua y se la somete, en su mayoría, al ya tan vilipendiado binarismo cambiante; mudable en lo que refiere a la benevolencia de uno de sus polos. En general, cuando la confusión aturde, producto de la clarividencia de cuña reflexiva, hasta los polos en cuestión representan síntesis inmediatas y distorsionadas sobre las relaciones reales a describir.
 De esta manera, el signo adquiere el rol de procurador; de regente de la palabra de infinidad de componentes; suministro inefable de ingredientes conjuntos aún corriendo el riesgo de catapultar su prestigio hacia los mares de lo revuelto. Para este tipo de movimientos extensivos existe una analogía que pedagógicamente colabora con la comprensión del mismo. La analogía del inflador de aire, permite corresponder el mismo circuito de engorde: la acción de inflar un elemento sucedida desde el exterior del mismo; modificación del elemento en su fisonomía y comportamiento al intentar ampliar su extensión primera. Todos sabemos que cualquier elemento, por tan grande que sea, tiene cierta limitación corporal para ser inflado. Su circunferencia luego de adquirir deformidad, deviene en desintegración inevitable al ser provocada su explosión.
 Asimismo, debe advertirse la capacidad del componente externo que en esta relación de exageración se presenta. Sus posibilidades de manipular, en este caso, el símbolo concuerdan con su potencialidad de abombarlo. De cualquier manera, sus intenciones no son otras que la de mostrar a su “elemento representativo” como algo de lo que no es realmente, o, para seguir la similitud lingüística del texto, como algo de lo que distorsionadamente es -pero si algo se presenta de manera distorsionada como referente de otra cosa, entonces no la refiere realmente. Su pecado capital sería verse animado por “furor divino” y agrandar sistemáticamente el signo endiosado.
 El peligro de sufrir tal pictórico evento concuerda con dos sucesos: el de sucumbir a una simpleza irreal, y el de inexorablemente acudir a un final anunciado por la genealogía del símbolo engrosado -incluso cuando este sea efectuado desde un suave y dinámico pianissimo. Su peligro radica, principalmente, en su negación a refutacionismo alguno. Por ende, conforme a su agenda, la pauperización del pensamiento esta a la orden del día. Cuando la letra explota, la incoherencia se desnuda.

 Lucas R. López 
 lucasrl@hotmail.com.ar

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