Circe (alucinación) Por: Lucas López


Circe (alucinación) 
Por: Lucas López
 Según la opinión de cierto sector del ámbito intelectual, el trabajo del pensador debe orientarse hacia la percepción, aprehensión y reflexión de la sociedad en la cual se transita, llevando, de esta manera, a la crítica de la misma desde aquellas cuestiones que no logran exponerse, divisarse, al mal llamado colectivo sentido común. Cualquier exageración, o privación, de evento alguno que implique el maquillaje de la totalidad, no sólo precisa un miedo rancio intelectual, sino que a su vez indica la falsificación de toda ratio en el análisis de los fenómenos. 

 Es evidente que todo abordaje teórico de cualquier fenómeno que pretenda ser aggiornado, es regado de intencionalidad. Cuando la intencionalidad, propia de todo trabajo, se remite a un fin principalmente alucinador, entonces lo que está en juego también es la administración de la libertad de aquel al que se le presenta tal impostura. La presentación del engañoso dato, o de la engañosa interpretación, aspira a la manipulación de la capacidad de entendimiento de lo existente. Trabaja para la limitación de acceso a la totalidad efectiva del evento en cuestión. Acude a la implementación de una percepción de algo que no existe, o que existe de manera incompleta -en todo caso hablamos en referencias a inexistentes.
 De la misma manera, cuando la iniciativa es llevada a cabo desde una intencionalidad que recurre a herramientas societales de poder, el reflejo es el de implorar por una represión del entendimiento que colabore a la cohesión garante de tal mando; una agresiva inclusión forzada. Ergo, visión raquítica. Por lo tanto, se anuncia la negación de una verdadera necesidad-de-ver; de una real exposición de la totalidad del evento, de su conjunción situacional -en situaciones- permanente. Se suprime la libertad. Se esgrime la fuerza liberadora desde la reflexión. El camino del Eros hacia la sublimación de la necesidad bajo el principio de vida en el campo socialmente organizado. ¿De qué manera se expresaría la fresca animosidad creativa, que alimentaría la procuración de desarrollo armónico al sujeto (social), en la que se trans-posicionaría la práctica teórica-crítica? Como límite al positivismo de la estructura de poder.
 La reflexión propone la inversión del acto mental. Se despega del objeto que se presenta, de toda posible alucinación engañosa que se intente atesorar en la percepción, para iniciar una mirada hacia sí mismo, hacia su posicionamiento frente a tal fenómeno presentado. Se auto-ubica y advierte, en la lejanía de su conciencia de sí, la presencia de lo vivenciado. Si bien la capacidad para advertir la totalidad puede ser cicloide, la construcción de tal comportamiento y análisis permite un viraje de comprensión liberadora. Huyendo del pensamiento pasivo, el acto reflexivo niega dialécticamente lo evidenciado (descubriendo sus relaciones y participación en redes más vastas de eventos que lo constituyen) para afirmar, positivamente, la generalidad que involucra al fenómeno desde su particularidad. Ampliar el campo de visión, no es más que ampliar nuestras opciones de elección, y con ello soportar y ahondar nuestra libertad.

 Lucas R. López 
 lucasrl@hotmail.com.ar

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