“Operativo anamnesis” (agrietamiento del verglàs)


“Operativo anamnesis” (agrietamiento del verglàs)
Por Silvano Zapiràn
La anamnesis (recuerdo) representa por excelencia la posibilidad de conocimiento platónica, justificando la aprehensión cognoscitiva en una operación introspectiva que, por medio del recuerdo, refería la substancialidad del conocimiento en uno mismo. Es decir, asignaba a la búsqueda de “nuevas verdades” una orientación hacia uno mismo, hacia la razón de ser de cada cual, al sostener que estas verdades ya estaban depositadas en los individuos y que al nacer el “olvido” hizo que las perdieran. Más allá de la generalidad o singularidad que puedan tener tales verdades emanadas de tal proceso, es interesante apuntar sobre la característica del movimiento de este método, el cual pareciera señalar el desnudamiento del ser a partir de la reminiscencia.

El camino hacia lo que uno posee pero que no da cuenta, o no pretende dar cuenta (que siempre es individualmente social), evidencia no solo una trágica manifestación de su existencia, sino también una clara participación exhibicionista de su naturaleza -principios que la forman, intencionalidad y finalidad que la movilizan. Cuando pretendemos implantar este mecanismo al plano político nacional, observando al mismo bajo esta prisma metódica, no podemos dejar de percibir semejante desplazamiento dentro de lo que hoy podemos denominar con fundamento inmanencia de la subjetividad antipopular. Quizás los intelectuales K, siguiendo un lenguaje de Eduardo Grüner, intentarían describirla como totalidad o constelación del modelo. Sin embargo, como siempre se procuró desde esta pluma falsear semejante pensamiento positivamente progresista, se eligió adjetivar desde el comienzo el carácter antipopular de tal idea. Refrendar esta noción fue la tarea discursiva hasta el momento. Consagrar nuevas herramientas que proliferen y alimenten la teoría critica, efectuadas de la materialización justificadora de aquella noción, es una labor permanente. Una colaboración que permite refractar la luminosidad a-critica que surge desde arriba.
Pero, ¿en que consiste entonces el movimiento rememorativo antes mencionado en la inmanencia de la subjetividad antipopular? Y aquí advertiré un nuevo movimiento de un concepto que hasta el momento venia barajando: el agrietamiento del verglàs. En tanto el recuerdo y la manifestación se hacen más evidentes y claros, profundos hasta la raíz social de la existencia del sujeto (vomitando su razón de ser), la grieta que en el verglàs aparece se hace inmediata. La tensión entre ambos términos es constante. Cuanto mayor recuerdo, mayor agrietamiento. Cuanto mayor manifestación de ser de la subjetividad antipopular, mayor quiebre de su capa absolutista. Cuanto más profunda la rememoración, más debilitado el verglàs alienador. Un algoritmo que arrolla cualquier ambición mitificante. Frente a este estado de situación, encumbrada la subjetividad antipopular en su lucha por la pérdida de su inmanencia ya groggy, solo puede aspirar a desenvolver, en el mejor de los casos, una perezosa razón, es decir, un entendimiento perdido sin rumbo. Ahora bien, este camino se genera a partir de la circunstancia que esta subjetividad antipopular tramita, y la celeridad de su agrietamiento uni-personal solo será producido a partir de la emergencia de la subjetividad popular; del real sujeto social representante de los intereses sociales y de las leyes internas que la misma sociedad expresa para su progreso conjunto. La subjetividad popular es el regadío para enarbolar la transformación social que hasta el momento esta impedida.
El ya citado Eduardo Grüner, en una carta abierta a Carta Abierta sobre Cristian Ferreyra y otras “anomalías”, muestra con notable análisis la característica antipopular de la “totalidad” del modelo bastándole solamente al hacer alusión a los crímenes de Mariano Ferreyra, los Qom, el Indoamericano y Cristian Ferreyra. Como así también permite advertir la intencionalidad de caracterizar, por parte de los intelectuales cartaabiertistas ,de inmanente e impoluto a tal “totalidad” desde un gran respaldo en las urnas y otros más argumentos seudo-progresistas; el mantelamiento (acción de desplegar un mantel) del verglàs justamente refleja esta acción discursiva por parte de los oxigenadores de tal subjetividad antipopular: denunciar como “otro”, como elemento “extraño-anómalo” ò, en el peor de los casos (según ellos), como “parte” de una contradicción necesaria que colabora con la “espacialidad esperanzadora” (inmanencia subjetivista), a aquello que se efectúa regularmente por la implicancia del “modelo” oliendo a sangre y miseria. El verglàs lo patea para el “afuera”, lo entierra en un “abajo”, ò (en el peor de los casos para nosotros) intenta darle una justificación social desde la predestinación de cierto proyecto mayoritario. Evidentemente, intentamos presentar una descripción que habla del carácter de tal “totalidad” (caracterología política), el cual se desarrolla en su misma constitución orgánica. En todo caso, la dialecticidad positiva que puede tener importancia en esta percepción es la que tendría como principal actor al sujeto popular al negar la subjetividad antipopular y propiciar el desenvolmiento adecuado de la sociedad.
Sin ánimos de capciosidad ni de regateo de opinión permisible, ¿no se encuentra el gobierno orientado en esta rememoración de su génesis al propiciar impuestazos y tarifazos, pronunciando topes salariales ante una inflación galopante y judicializado la protesta social cuando no puede ser vencida por la tercerización de la represión? ¿no son estos los métodos propios de los gobiernos que ante la crisis económica inminente descargan la aseguración de la ganancia capitalista sobre el pueblo trabajador? ¿no muestra con estas medidas el gobierno su real esencia antipopular desde sus tiempos menematos-duhaldistas?
No se trata de pensar la realidad a partir del acogimiento de ciertos hechos que deben ser aceptados previamente para luego efectuar la crítica sobre otros hechos que adquieren fundamento en aquellos. La crítica se establece a cualquier hecho, sin prohibiciones ni aceptaciones previas de los mismos para abordar otras cuestiones.
Para no ser causa de una actitud cansina en el lector, al final concluiré con una reflexión que hace referencia a un intelectual referente del kirchnerismo. Refulgente es el poder que emana desde el abajo social, lo que muchos llaman democracia de base, entre ellos el intelectual K Ernesto Laclau. Nadie puede refutar esta precoz advertencia. La democracia de base surge de una legislación (concientización) popular que aparece, como pronunciamos en otros momentos, desde la emoción valorativa y prescriptiva del sujeto (ética popular). Sin embargo, para Laclau, quizás convencido más hegeliano que marxista (dialécticamente hablando), es el justo medio aristotélico entre una democracia de base y una regimentación institucional (estado burgués) lo que puede llevar a las sociedades a vivir con buena onda y ver distribuidas sus riquezas. Posiblemente muchos puedan refunfuñar frente a las preguntas que despliegue contra este posicionamiento laclaudista, pero no estoy aquí para hacer regalías a nadie: ¿hay término medio hoy en día cuando la democracia de base no existe? ¿se estaría jugando con un elemento menos entonces en tal formula del intelectual argento-ingles? la democracia de base se disuelve en las elecciones presidenciales y legislativas únicamente? ¿este es el justo medio que debemos justificar? ¿existe, nuevamente, un justo medio en esa realidad? ¿hay término medio en el tarifazo, impuestazo, tope salarial, etc.? ¿los Concejos Deliberantes, órganos quizás más identificados con la democracia (formal) de base, permiten el desarrollo de esta cuando ni siquiera aprueban determinada reglamentación para un presupuesto participativo? ¿los mayores contribuyentes (amigos y proveedores del municipio) cuando votan el aumento de tasas municipales (impuestazo), reflejan, para Laclau, la democracia de base en la regimentación institucional?

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