1ER CONGRESO DIOCESANO DE CATEQUESIS EN AVELLANEDA LANUS

1er Congreso diocesano de Catequesis en Avellaneda-Lanús
Avellaneda (Buenos Aires), 7 Jun. 11 (AICA)
El P. Alejandro Puiggari, director de Catequesis de la arquidiócesis de Buenos Aires
El sábado 4 y domingo 5 de junio se realizó el 1er Congreso diocesano de Catequesis en la diócesis de Avellaneda-Lanús. Más de 400 delegados de parroquias, y catequistas de diferentes comunidades se reunieron en la Escuela Normal Superior Próspero Alemandri para debatir sobre los temas definidos por el obispo, monseñor Rubén Oscar Frassia, con la colaboración de la Junta Catequística.

El presbítero Alejandro Puiggari, director de Catequesis de la arquidiócesis de Buenos Aires, aseguró a Radio María del Rosario que “los catequistas debemos ser artesanos de encuentro, contenedores de situaciones complejas y alegres comunicadores de esperanza; tenemos que estar abrazados a Dios y nunca perder la esperanza”. Luego realizó sus ponencias sobre “Catequistas al servicio de la nueva evangelización” y “El proyecto diocesano de Iniciación Cristiana al servicio de la nueva evangelización”.
El domingo 5 se presentaron propuestas en la plenaria general del congreso, que contribuirán al 2° Congreso Regional 2011, a realizarse también en Avellaneda-Lanús los días 20 y 21 de agosto próximo, como para el 3er Congreso Catequístico Nacional 2012, que se llevará a cabo en Morón.
Para concluir la jornada, monseñor Frassia presidió la misa del Jubileo de los catequistas. “En la Iglesia, todos tenemos que repetir este misterio y hacer la voluntad del Padre. No damos nuestra opinión particular; no damos nuestros pensamientos; no damos nuestra doctrina; no damos nuestros caprichos; en la Iglesia venimos a enseñar lo que el Padre quiere: Jesucristo es el verdadero Templo para que entendamos que, en la Iglesia, estamos reunidos alrededor de la Santísima Trinidad”, aseguró el prelado.
Monseñor Frassia dijo: “Yo les agradezco que hayan participado de este Congreso diocesano de Catequesis porque, para nuestra Iglesia particular y para este obispo, la catequesis es algo fundamental porque es el misterio del cual se anuncia y se cree” y agregó “pero también es un misterio que es necesario profundizarlo, es necesario acrecentarlo, es necesario entrar en ese misterio para que Jesucristo sea conocido, amado, seguido, servido, celebrado y vivido. Yo les agradezco y los felicito por este esfuerzo”.
El obispo reconoció que vivimos en un “cambio de época, no en una época de cambios”, donde de alguna manera hay una “revolución cultural” que se ha dado por Internet y la era digital, creando “un cambio sideral que ha provocado y provoca una crisis de cultura”.
“Los catequistas, que son ustedes, también tendrán, con audacia y coraje, que hacer nuevos planteos y encontrar nuevas respuestas. Es una motivación fundamental: necesitamos gente convencida y que esté preparada para estos tiempos y dificultades” afirmó.
Para concluir, el obispo de Avellaneda-Lanús dijo:”Queridos catequistas, hoy más que nunca la Iglesia les dice que los necesita. Que ustedes tienen una vocación recibida de parte de Dios y que la Iglesia misma, que es la mediadora, se los confirma. Formémonos para dar razones de nuestra esperanza y poder llegar a todos los que están en nuestro horizonte, en nuestra pastoral. Pero juntos, en comunión y orgánicamente”.
Texto completo de la homilía +
JUBILEO DE LOS CATEQUISTAS
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús en el Congreso diocesano de Catequesis (ENSPA 5 de junio de 2011)

Queridos sacerdotes, diáconos, seminaristas, estimadas religiosas, querido pueblo fiel y queridos catequistas:
Hoy es un día muy especial para todos nosotros y también para mí al presidir esta celebración. Agradezco a las autoridades de esta casa, de esta Escuela Superior, que tan amablemente nos han prestado las instalaciones para que todos tengamos acceso al uso de esta casa ayer y hoy. Que Dios los bendiga en su generosidad y disponibilidad.
Hoy es la Fiesta de la Ascensión y también el Santo Padre ha enviado su mensaje por la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que celebran en este día los comunicadores de las cosas de Dios y de las cosas de los hombres.
El misterio central de la ascensión es, por así decirlo, la culminación de la voluntad de Dios al enviar a su Hijo, al Verbo, que se encarna en el seno virginal de María. Y este Hijo, verdadero Dios y verdadero Hombre, viene a cumplir una misión. Es enviado por el Padre y viene a hacer la voluntad del Padre.
Esta nota, todos nosotros tenemos que considerarla porque, en la Iglesia, todos tenemos que repetir este misterio y hacer la voluntad del Padre. No damos nuestra opinión particular; no damos nuestros pensamientos; no damos nuestra doctrina; no damos nuestros caprichos; en la Iglesia venimos a enseñar lo que el Padre quiere: Jesucristo es el verdadero Templo para que entendamos que, en la Iglesia, estamos reunidos alrededor de la Santísima Trinidad, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Este Cristo, que acepta morir en la cruz por nosotros, nos redime. Y el misterio pascual define el destino de la humanidad. Cristo nos salva en la cruz definitivamente y da su vida por amor a Dios y por amor a nosotros. Cristo nos redime en la cruz.
Pero este Cristo, que fue crucificado, muerto y resucitado, este Señor asciende al Padre y dice algo fundamental, algo fabuloso: “yo me tengo que ir, ¡pero estaré con ustedes todos los días hasta el final del mundo!” ¡Cristo está con nosotros! ¡Cristo está en nosotros! ¡Cristo está caminando al lado de nosotros! Y esto no hay que olvidarlo porque no es palabra de hombre ¡es Palabra del Señor! Nosotros tenemos que vivir sabiendo y contando con su presencia invisible pero real. No todo lo que se ve es oro. Puede brillar, pero no es oro. No todo lo que se ve ES; muchas cosas, sobre todo las fundamentales y las esenciales, son invisibles a los ojos humanos, pero son visibles para una mirada de fe.
Nosotros vivimos como resucitados y a este encuentro, en este Año Jubilar de nuestra Iglesia diocesana Avellaneda Lanús, ustedes han sido convocados y yo les agradezco que hayan participado de este Congreso diocesano de Catequesis porque, para nuestra Iglesia particular y para este Obispo, la catequesis es algo fundamental porque es el misterio del cual se anuncia y se cree. Pero también es un misterio que es necesario profundizarlo, es necesario acrecentarlo, es necesario entrar en ese misterio para que Jesucristo sea conocido, amado, seguido, servido, celebrado y vivido. Yo les agradezco y los felicito por este esfuerzo.
También quiero que sepan que, para la Iglesia diocesana, para los sacerdotes y para el Obispo, ¡ustedes son muy importantes! Y porque son importantes han sido convocados. Porque se los respeta, se los considera, se los tiene como algo querido y respetado. Ustedes, como pueblo fiel, como laicos pertenecientes al Pueblo Santo de Dios, también tienen que ser acompañados por la Iglesia. Y este espacio en el que casi todas las parroquias de nuestra diócesis, los colegios, las instituciones y algunos movimientos estuvieron presentes, realmente fue de una gran participación.
Muchas cosas que se han hablado, se han visto, se han escuchado y también discutido, fue para un verdadero enriquecimiento. Porque ciertamente el diálogo y el respeto sincero a todos nos enriquece.
La Iglesia particular diocesana se da cuenta que estamos pasando tiempos dificilísimos. Y podemos decir, con la Iglesia, con el Santo Padre, que estamos en un cambio de época. No es una época de cambios, es un cambio de época. Donde de alguna manera hay una revolución. Una revolución cultural.
Una revolución en la que el Papa, en el mensaje que manda a los medios, dice así como en aquel entonces el mundo de la industria, era manual y la industria provocó un cambio; así como en otra época –esto lo digo yo- pasamos de la escritura manual a la imprenta, así como provocó grandes y siderales cambios, este cambio de la imagen, de Internet, de la era digital, es un cambio sideral que ha provocado y provoca una crisis de cultura.
Se suma a ello lo que significa el relativismo, el consumismo, el individualismo, el hedonismo, todo es sólo por hoy, donde repercute y se mete en el seno de nuestra familia sin pedirnos permiso, entra, golpea y cala hondo. Basta considerar las dificultades que ustedes pueden tener en la educación de sus hijos, cuando tienen que decir no a algunas cosas; ¡qué problema!, ¡qué drama!, porque es un lío. Los demás lo dejan, pero uno no tiene que dejarlo. También tiene que saber que en la vida hay dos palabras importantes: un sí y un no, y las dos son positivas cuando tienen verdad.
Todo esto va provocando, y ustedes se dan cuenta -porque ninguno come vidrio- cómo los jóvenes se van ausentando de nuestras parroquias, de nuestras comunidades; cómo muchas cosas se van como alejando. Es una constatación que hacemos todos. Ciertamente tenemos que hacer un esfuerzo para poder encontrar lo que ya está, pero encontrar un mensaje de esperanza.
Si Dios habló ayer, Dios habla hoy y seguirá hablando mañana. Pero estas cosas que van como infectando y enfermando la cultura de un pueblo, y no hablemos lo que significa la falta de cultura del trabajo, no hablemos de la disciplina, no hablemos de tantas cosas, siempre se está nivelando para abajo, sigue faltando verdad y faltando muchas cosas importantes.
Los catequistas, que son ustedes, también tendrán, sin miedo, con audacia y coraje, hacer nuevos planteos y encontrar nuevas respuestas a estos males que son muy pero muy graves.
El problemita no es si hacemos bautismo, comunión, confirmación o bautismo confirmación y comunión, no es eso, es otra cosa. Es una motivación fundamental: necesitamos gente convencida. Y como necesitamos gente convencida, necesitamos gente que esté preparada. Preparada para estos tiempos. Preparada para estas dificultades. ¡Estos son los males! ¡Y necesitamos convicciones y no emociones!; ¡compromisos profundos!; ¡criterios!; ¡criterios consolidados en Jesucristo y en la Verdad capaces de hacer de nuevo cultura de vida!, ¡de la vida en todos los aspectos!, ¡en todo lo humano y en todo lo cristiano!
Es notable como ha entrado esta cultura del permisivismo. Hoy se rompe cualquier opción. Hoy se cambia por figuritas. Hoy es capaz de justificar cualquier cosa, total es lo que uno siente y le parece. Sin embargo es una mentira y no tiene verdad.
Y porque es una mentira y no tiene verdad, nosotros tenemos que tomar consideración de ello y vivir de un modo más profundo, más convencidos y más concretos de lo que significa la Palabra del Señor.
Queridos catequistas, hoy más que nunca la Iglesia les dice que los necesita. Que ustedes tienen una vocación recibida de parte de Dios y que la Iglesia misma, que es la mediadora, se los confirma. Por eso el Obispo, al finalizar esta Eucaristía, va a hacer el envío de los catequistas para que, en nombre de Dios, ustedes puedan cumplir con esta misión. Pero ¿cómo dar si uno no tiene? Por eso es importante saber que todos estamos llamados a dos cosas que no podemos ignorar: la conversión personal y la conversión pastoral.
De la primera: tenemos que volver a nacer del Espíritu. Tenemos que volver a reconocer que Cristo algo nos tiene que decir más profundamente. Esta conversión es personal, de uno y no del otro. Porque muchas veces los mecanismos de defensa son extraordinarios, les ordenan la vida a los demás pero a uno ¡no!, ¡que no me toquen!, ¡que no me exijan!, ¡que no me molesten!, ¡yo sé lo que hago! Y ese “sé lo que hago” puede estar cargado de un cierto orgullo que hace mucho daño y lastima a los demás.
De la segunda: tenemos que renovarnos en los criterios; tenemos que trabajar más orgánicamente, no caprichosamente; no trabajar cada uno en su isla. Ustedes lo han dicho muchas veces, “en mi parroquia se hace esto, en la parroquia vecina se hace otra cosa”; “aquí se hace la catequesis de una forma y en la parroquia vecina se hace de otra manera”.
¡No podemos gobernar por decreto, por más que el Obispo tenga derecho y atribución de hacerlo! Es la persuasión, el convencimiento, no es la imposición sino la persuasión de la verdad que tiene que entrar. Por eso todos nosotros, especialmente ustedes queridos catequistas, tenemos que saber que es fundamental esta motivación donde Dios nos llama, por medio de la Iglesia, a lo esencial.
Trabajamos en comunión. Es un proyecto diocesano, que el Obispo quiere, surgido después de un trabajo persuasivo, seguido por muchos, consultado en todos los entes las cosas que tienen que ser consultadas. No todo el mundo tiene que pensar lo mismo, pero sí todo el mundo tiene que ponerse la camiseta y hacer lo mismo para tener un proyecto común.
Queridos hermanos, miremos siempre lo más profundo; y lo más profundo no son las cosas. Lo más profundo es el espíritu y esto es lo que el Obispo les pide en esta tarde: si uno está convencido de esto, el Señor nos va a bendecir copiosamente. Como en las cartas, barajemos y demos de nuevo. No suprimimos las cosas anteriores. La afirmación de una cosa no es negación de otra. Pero sí hay que entender que el esfuerzo es para responder a tiempos y desafíos nuevos. Con un espíritu nuevo.
En la Iglesia, las metodologías y las cosas que uno pueda proyectar y programar, nunca son absolutas. Son relativas. Sólo Dios es absoluto. Dios es Dios. Y nosotros tenemos que saber asumir las mediaciones que Dios nos va considerando.
A Dios lo encontramos en todos lados, pero está presente en la Palabra.
A Dios lo encontramos en todos lados, pero está presente en la Eucaristía.
A Dios lo encontramos de cualquier manera, pero está presente por medio de la oración.
A Dios se lo puede reconocer, sí, pero también está en el sacramento de la confesión porque el sacerdote tiene la facultad, el poder y el don, de perdonar los pecados.
Dios no se ata, somos nosotros los que nos tenemos que atar para alcanzar a Dios, que es el único Absoluto.
Siempre digo lo mismo: los grandes concertistas respetan las claves mínimas de la cual han comenzado a tocar la música, si no las respetan el concierto será un desastre. Respetemos las cosas mínimas y así veremos cómo nos respetamos entre nosotros, cómo superamos demasiados prejuicios, vamos a darnos cuenta que podemos cambiar más de lo que pensamos. Hablemos, charlemos, presentemos dificultades, pero pongámonos juntos a trabajar en un proyecto común.
Que en este día el Señor nos de la fuerza de ser catequistas porque, para la Iglesia, es esencial la Evangelización. Tenemos que llegar a todos: al que está cerca, al que está lejos, al que viene, al que no viene, al que piensa como nosotros, o a aquel que nos lastima o actúa en contra nuestra. Ciertamente, si en Su Nombre echamos las redes veremos una pesca y unos frutos muy, pero muy abundantes.
La iniciativa no es nuestra, es de Dios y Dios quiere llegar a todos. Formémonos para dar razones de nuestra esperanza y poder llegar a todos los que están en nuestro horizonte, en nuestra pastoral. Pero juntos, en comunión y orgánicamente.
La Virgen, primera catequista, creyó y enseñó. Que nosotros también nos demos cuenta que vamos a enseñar si primero creemos. Y se cree no sólo por la formulación de la doctrina, sino que se cree con la mente, con el corazón y con la vida.
Que Dios los bendiga, queridos catequistas.
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús
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