OBISPO RECUERDA QUE EL DIACONO ES ENVIADO PARA SERVIR


Obispo recuerda que el diácono es enviado para servir
Avellaneda (Buenos Aires), 30 Mar. 11 (AICA)
Ordenación diaconal
“El ministerio diaconal es un servicio, donde uno tiene que seguir más de cerca a Cristo; dejar de lado las particularidades para poder cumplir con la misión que el Señor le encomienda. Cuando uno es consagrado, cuando uno es enviado, ya uno no se pertenece. ¡Pertenece al Señor!, y pertenece a la Iglesia y es ella la que nos va indicando los caminos certeros para poder cumplir con la voluntad de Dios”. Así lo expresó monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, durante la misa en la que ordenó diácono al acólito Adrián Marzilli, celebrada el sábado 26 de marzo en la catedral Nuestra Señora de la Asunción.
 
“El diácono -agregó- es enviado para servir la Palabra de Dios, para servir al altar y para tener caridad con los más pobres, los débiles, los sufrientes y los enfermos”, pero aclaró que “todo esto requiere una respuesta personal” del mismo diácono.

Subrayó asimismo que para los consagrados “no hay cosas privadas” sino que “uno se consagra para el Señor y se consagra para la Iglesia y enclava la vocación en ese doble servicio, a Dios primero y a la gente, nuestros hermanos, en segundo orden pero con la misma importancia”.

También se refirió al celibato subrayando que Dios “pide también el celibato diaconal en preparación al celibato por el Reino de los Cielos en el ministerio sacerdotal”. Por eso, dijo, “es público y es personal” y hay que “cuidarlo celosamente”, y añadió: “porque esa fidelidad es muestra de tu amor a la Iglesia y así haces más creíble a la Iglesia en el mundo”. También la santidad, la entrega y la vida personal del ordenado “deben ser sostenidas públicamente”, enfatizó.

Por último exhortó al joven a entregarse al Señor y a la Iglesia y no reclamar después. En ese sentido subrayó: “Eres un servidor y no estás para ser servido. ¡Sirve al Señor en tus hermanos! ¡Sírvelo con amor! ¡Sírvelo con entusiasmo! ¡Sírvelo con fidelidad! ¡Sírvelo hasta que te duela y hasta que te canses! ¡Qué hermoso es tener una vida viviendo en el Señor para nuestros hermanos!”.+

Texto completo de la homilía
 
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ORDENACIÓN DIACONAL ADRIAN MARZILLI
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús en la misa de ordenación diaconal de Adrián Marzilli (Catedral Nuestra Señora de la Asunción, 26 de marzo de 2011)
 
Querido Pueblo de Dios:

Hoy es un día muy especial para todos nosotros pues este hermano nuestro va a ser ordenado Diácono, en atención al ministerio presbiteral.

Todos tenemos que renovar en nuestro interior lo que es el accionar, el actuar y el obrar de Dios, para con cada uno de nosotros. Siempre al iniciativa la tiene El, Dios es el que llama, uno es el que escucha y también el que responde. Y esa llamada de Dios, en cada uno de nosotros, es constante y exige de nuestra parte una repuesta permanente donde nosotros tenemos que escuchar con atención al Señor.

Todos estamos llamados, por el bautismo, a pertenecer al Pueblo Santo de Dios, pero a algunos hermanos Dios los llama especialmente para una misión concreta y particular. El ministerio diaconal es un servicio, donde uno tiene que seguir más de cerca de Cristo; dejar de lado las particularidades para poder cumplir con la misión que el Señor le encomienda.

Cuando uno es consagrado, cuando uno es enviado, ya uno no se pertenece. ¡Pertenece al Señor!, y pertenece a la Iglesia y es ella la que nos va indicando los caminos certeros para poder cumplir con la voluntad de Dios. Por lo tanto, el diácono, querido Adrián, recuerda que ya no te perteneces y que debes pertenecer al Señor, a la Iglesia, al obispo, al presbiterio en el cual hoy te incardinas y te insertas en esta querida diócesis de Avellaneda-Lanús.

El diácono es enviado para servir la Palabra de Dios, para servir al altar y para tener caridad con los más pobres, los débiles, los sufrientes y los enfermos. Pero todo esto requiere una respuesta personal tuya.

A través de esta consagración, ordenación ministerial, diaconal, la Iglesia te dice que tienes que rezar por el Pueblo Santo de Dios que se te encomienda. El rezo de la Liturgia de las Horas, especialmente de Laudes y de Vísperas, que a veces se nos hace difícil a nosotros por las actividades que tenemos en nuestra vida. Ciertamente, no dejes de rezar porque es la oración la que sostiene y da sentido a tu ministerio diaconal.

Uno puede hacer muchas cosas, tendrás que hacer otras muchas tantas, pero tienes que discernir, evaluar y tomar de modo resolutivo aquello que es esencial, fundamental. Se te recomienda que reces, por lo tanto reza. Haz lo que se te pide, y no se te pide más pero tampoco se te pide menos.

En segundo lugar: tienes que trabajar en comunión fundamentalmente para ayudar a los presbíteros y al obispo para que nosotros nos podamos dedicar a la oración y a la Palabra de Dios. Tienes que administrar lo que la Iglesia te encomienda. Él te elije, tú le respondes y vas donde Él te envía; por medio de la Iglesia y por medio de este obispo, que hoy te consagra y te está hablando. Esto es público y personal.

Para nosotros, los consagrados en la Iglesia, no hay cosas privadas, no tenemos cosas privadas, no las podemos tener. Uno se consagra para el Señor y se consagra para la Iglesia y enclava la vocación en ese doble servicio a Dios primero y a la gente, nuestros hermanos, en segundo orden pero con la misma importancia.

Hoy el Señor te pide amar más; y te pide también el celibato diaconal en preparación al celibato por el Reino de los Cielos en el ministerio sacerdotal. Por eso es público y es personal, y tienes que cuidarlo celosamente porque esa fidelidad es muestra de tu amor a la Iglesia y así haces más creíble a la Iglesia en el mundo.

Tu santidad personal, tu entrega personal y tu vida personal deben ser sostenidas públicamente. Y es sostenida públicamente porque está sostenido por un testimonio personal. Se generoso porque lo que Dios pide, Dios lo da y si Dios lo pide es porque Él realmente lo da.

Querido hijo, ¡en serio entrégate al Señor y no reclames después!; ¡en serio date a la Iglesia, y no reclames después! Eres un servidor y no estás para ser servido. ¡Sirve al Señor en tus hermanos! ¡Sírvelo con amor! ¡Sírvelo con entusiasmo! ¡Sírvelo con fidelidad! ¡Sírvelo hasta que te duela y hasta que te canses! ¡Qué hermoso es tener una vida viviendo en el Señor para nuestros hermanos!

Nosotros rezaremos por ti; la Iglesia espera de ti y que el Señor te de la gracia por medio de la Santísima Virgen María, para que Ella te enseñe dócilmente a ir descubriendo, paso a paso en tu vida, la voluntad de Dios en la Iglesia, en esta Iglesia particular, con este presbiterio y con el Obispo que tengas.

Querido hijo, no tengas miedo; si el Señor te llamó y tú eres generoso, no te va a faltar la gracia para que vivas haciendo la voluntad de Dios. Si el Señor llama es para dar mayor amor; y si el Señor llama es para vivir con alegría. Entrega amor y alegría a Dios y a tus hermanos.

Que así sea.
 
Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús



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