RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO




Novicias


02/11/10


Por Claudia Rafael


(APe).- Poco queda de esa nena de nueve años que dejó la escuela para empezar a barrer y lavar las miserias de otros con mansiones y patios de inmensidad. La sonrisa se le dibuja leve en la nostalgia y da un salto repentino a los treinta, cuando ya mujerona voluptuosa, negra azabache y de dientes luminosos, fue la última de la fila de 70 niñitos que esperaban que el sacerdote hiciera entrar en ella el cuerpo de Cristo. Tal vez como una señal difusa de lo que vendría apenas tres años más tarde. Aremi mujer, Aremi diosa de placeres, Aremi que ofrece vida para no morir vanamente en la esquina oscura y marginal, Aremi ya demasiado lejos de su tierra dominicana de calor eterno.




Aremi, Mairel, Virginia, Mara, Carolina, Andrea, Magalí. Mujeres que cruzaron la línea temprana de su niñez en un salto sin retorno. Carolina, con su adolescencia de plenitudes -decíamos hace una semana escasa- escapó el 1 de octubre último de un prostíbulo del centro bonaerense y a partir de su fuga la justicia armó allanamientos y búsqueda de hombres y mujeres de perversidades viejas sin rozarlos siquiera. Carolina, la misma a la que durante un año y medio llamaron Leonor porque le cambiaron su nombre y su edad en su documento en la capital paraguaya, ya pisa hoy de nuevo suelo guaraní. Carolina ya ajena a la tierna chiquilla que hacía tortitas de barro con esa tierra profundamente roja de su pueblo y se reía a borbotones. Las cicatrices ahogaron la risa para siempre.


Carolina volvió a su Paraguay como Mairel ya no pudo regresar a su Cotui, el pueblo del interior dominicano del que partió con sus niños aún niños y una promesa de futuros multiplicados entre sus manos. El domingo 24 de octubre pasado Mairel quedó hundida, desangrada, torturada para todos los días de la historia en una Olavarría fría y atravesada de cemento. La encontraron muerta y quemada en una casa en construcción de un barrio residencial. Tan ajena a su mar caribeño. Tan castigadora del arcoiris que era su cuerpo. Sus leves huesos en cruz meciéndose en suave luz, el tipo que la acaricia y ella novicia llorándose. Mairel Mora. Mairel morena. Mairel niña y mujer, con su cadenita y su cruz esperanzada siempre al cuello que la salvaría de todos los males aberrantes de la tierra pero la cruz era tan pequeña que no pudo contra la muerte.


Mairel víctima y victimizada que horroriza a los señores, los mismos señores que a escondidas pagan por su goce. Mairel entrampada en las redes que manipulan y trafican vidas. De a miles, de a millones. Mairel, Andrea, Magalí, Mara, Aremi, Virginia. Como una oración de otoños sobre sus pies el ir ofreciendo vida justo en la esquina temblando ausente su desnudez.


Días de sombras oscuras pueblan el cielo de esas niñas que huyeron para que sus propios cachorros pudieran tener sus habichuelas guisadas y su arroz graneado sobre la mesa de todos los días. Mujeres niñas que corrieron detrás de una vana oferta de aprendiz de peluquera o de niñera o tal vez de doméstica o camarera sin imaginar que saltaban sin red a las garras prostibularias.


Mucha muerte para tanta vida. Mucho dolor para una tierra arrasada. Aremi era la amiga de Mairel como también lo era Virginia. Ahora se saben fugitivas eternas porque aprendieron en sangre hermana que la condena pende sobre sus cuerpos porque son víctimas multiplicadas de un sistema perverso que usa y tira, que mata para imponer su poder, que teje redes que trafican y que va dejando otros nombres en el camino. Nombres como los de Magalí, Mara o Andrea que mucho antes tuvieron el mismo destino de su Mairel.


La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico estima que las ganancias anuales de la trata de personas ronda los 36 mil millones de dólares. El poder avala. Permite. Convive y atrapa ganancias. Mira hacia otro lado. Las vulnera una y mil veces. Y las transforma en el estandarte anónimo que casi nadie toma entre sus manos.


Tierra Roja de Sangre


03/11/10


Por Germán Cornejo


(APe).- ¿Cuál es el límite de la función cuando "x" vidas tienden a 0? Parece un problema matemático pero no lo es. ¡Por Dios!, no lo es.





Héctor Rafael Díaz tenía dos años cuando su pequeña vida terminó de escurrirse entre los dedos de su mamá. Se escurrió en cámara lenta hasta transformarse en ausencia. Ceroes la representación de la ausencia.





Desde su pedestal de piedra, la mirada ciega de los gobernantes se refiere tan sólo a estadísticas. Números. “Hambre cero”, dicen. Hambre igual cero. Hambre que no existe. El hambre no existe, no se siente, no se combate.





La tierra roja de Misiones parece ser uno de tantos rincones que Herodes dejó para que los funcionarios del cerocontinúen la orgía filicida. Tierra roja de sangre, nunca de vergüenza. “Se nos van a seguir muriendo”, dijo el gobernador de esa Provincia sin más consideraciones.





La mamá de Héctor Rafael, Rosa Acosta, tuvo que sufrir la muerte de un hijo para que escuchen su clamor. En el Canal 4 desafió las conciencias: “me gustaría que hoy pudieran ver como vivimos en un día de lluvia, es un chiquero”.





Frente a las cámaras reveló “que la asistencia del gobierno provincial solo se resumía a unas cajas de leches y unas tabletas de vitaminas”. Cero consideraciones, cero humanidad, cero abrazos.





¡Vaya paradoja! Exponer su rostro y su nombre luego de convertirse en algo sin nombre. Una madre sin hijoes una contradicción. Una madre sin hijoes algo que no tiene sentido. Quizás por eso no tiene nombre.





En la tierra colorada de Misiones, roja de sangre y roja de dolor, aún hay 7000 chicos en situación de indigencia. “X” son 7000 criaturitas humanas, niños y niñas con historia, con arraigo y con derecho a vivir.


Dios quiera (y los responsables hagan) que el pedido desgarrador de Rosa sirva para que se acabe el bochorno de la indigencia. Que no haya un pibe menos, ni un sólo ausente a causa del hambre homicida. Que ningún otro pibe redondee los ceros indiferentes de la muerte.


Critica de la razón K


04/11/10


Por Alfredo Grande


(APe).- El último fin de semana se realizó el Congreso sobre Trabajo y Pensamiento Crítico que organizó la Universidad de los Trabajadores. Este nuevo sujeto político, académico y social nace de las entrañas de IMPA, la fábrica recuperada. En sus máximos referentes, Eduardo Murúa y Vicente Zito Lema, los que participamos en su creación, sostenemos que una Universidad de los Trabajadores es necesaria frente a la despliegue de tantas Universidades de los Explotadores. El eje de nuestra actividad fue el Pensamiento Crítico. Ahora bien: ¿Qué critica el pensamiento crítico? Critica al pensamiento único. Aunque muchas veces apenas es un único pensamiento, casi siempre es una multiplicación de pensamientos que ratifican, confirman, cristalizan una Verdad que no puede, ni debe, y por lo tanto no conviene, confrontar. Cuando el pensamiento único invade, contamina el territorio de la política, la política deviene Razón de Estado. O sea: pensamiento hegemónico. O sea: clonación de la política en religión.


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Que merezcan parecerse a nuestros pueblos


05/11/10


Por Oscar Taffetani


(APe).- Hay una sentencia que viene atravesando los siglos, infaltablemente en boca de políticos conservadores: “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. En el siglo diecinueve la escribió Joseph de Maistre (quien, paradójicamente, proponía como mejor forma de gobierno la monarquía hereditaria); a principios del siglo veinte, poco después de mandar a reprimir a sangre y fuego un levantamiento anarquista en Barcelona, la pronunció Antonio Maura, ministro de la monarquía borbónica; en octubre de este año, durante una entrevista concedida en Caracas, la volvió a echar al aire el flamante premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.




A nuestro juicio, la frase contiene un prejuicio elitista y antidemocrático. Es la idea de que los pueblos -o las mayorías electorales- a menudo “se equivocan” y que hay intelectos privilegiados llamados a hacer “revoluciones desde arriba” (así las llamaba el citado Maura) para que luego desciendan cual maná celestial, cambiando el estado de las cosas.





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