RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO





Algo, cualquier cosa 02/12/09
Por Claudia Cesaroni
“El campo es el espacio que se abre cuando el estado de excepción comienza a devenir la regla”(Giorgio Agamben, ¿Qué es un campo?)
(APe).- El discurso es recurrente: “No se puede vivir”. “No podemos seguir así”. “Nos matan por 20 pesos”. Acto seguido, se reclama: “Que (la hiena, la yegua, esa que tenemos de presidenta) haga algo, lo que sea”.Luego se explicitan las medidas concretas: pena de muerte, encierro eterno, baja de edad de imputabilidad a los 10 años, más policía, más gendarmería y si es posible, fuerzas armadas en la calle.
Cuando se sostiene que se puede hacer cualquier cosa, porque una situación supuestamente insostenible así lo reclama, estamos a un paso del estado de excepción. Y cuando se habla de excepcionalidad, acto seguido se plantean medidas que, con el argumento de combatir a un enemigo, se llevan por delante derechos elementales.
Algunos se acuerdan porque lo vivieron, otros porque lo leyeron. Para quienes no lo hayan vivido ni lo hayan leído, basta ir a una biblioteca y revisar diarios viejos. En el verano de 1976, el discurso era semejante: “Así no se puede seguir”. “Salís a la calle y te matan”. “Que alguien haga algo, lo que sea”.
Poco después, el 24 de marzo, vino el golpe.
En ese entonces, el enemigo eran los subversivos, y quienes venían a salvar a la sociedad eran los militares.
Ahora, el enemigo son los delincuentes, y a quien se le pide intervención es a la policía, a la que el gobernador Scioli convoca a “recuperar la calle”; y a las demás fuerzas de seguridad.
En uno y otro caso, a los que se define como enemigos se les quitan todos sus atributos de humanidad. Se habla hoy de los delincuentes como entonces se hablaba de los subversivos: no tienen sentimientos, son hienas, bestias, monstruos asesinos.
El que no tiene humanidad, no es persona. Por eso, se lo puede picanear y tirarlo de un avión. O pegarle hasta que desfallezca, someterlo a submarinos secos y húmedos, o encerrarlo por décadas. No sufre, no padece. Una parte de la sociedad cree que se salva a sí misma entregando la vida, la libertad y los derechos de otra parte de la sociedad, formada por los que percibe como ajenos, como otros. No ve -porque no puede, o porque no quiere, enceguecida por el discurso que le machacan día y noche- que la tragedia de esos otros la va a alcanzar también a ella más temprano que tarde.
En esta visión, quienes rozan la definición de enemigo, les pase lo que les pase, no son reconocidos como víctimas. Luciano Nahuel Arruga, por ejemplo. Un adolescente de 17 años que está desaparecido desde hace diez meses. Como es pobre, morocho, y alguna vez fue detenido por la policía, no parece ser considerado como víctima, no aparece su foto en la televisión, el gobernador Scioli no recibe a su familia. Los policías denunciados en su desaparición son restituidos en sus puestos. Una testigo de la causa es detenida y torturada, sin escándalo alguno. Esta sociedad debe preguntarse si volverá a aceptar para algunos de sus integrantes un destino de campo de concentración, porque aunque se convierta a la ESMA en un museo, la aplicación sistemática de la tortura, los barrios cercados por la Gendarmería, los operativos policiales televisados, las detenciones masivas y la desaparición de Luciano son trágicos ejemplos de que lo que la ESMA significa continúa brutalmente vigente.

Desinformar: un grave delito impune 01/12/09
Por Oscar Taffetani
(APe).- Como parte de la terrible campaña de acción psicológica que está desarrollando el complejo mediático policial argentino (en los Estados Unidos hay un complejo industrial militar, pero aquí el eufemismo es distinto), como parte de esa campaña, repetimos, los diarios y la TV han publicado por estos días la noticia de un asalto con los siguientes titulares: “Una niña asaltó un almacén en Villa Carlos Paz” (Canal 13); “Tiene 6 años y robó un almacén con su papá” (InfoBAE); “Tiene 6 años y ya robó” (El Día de La Plata); “Nena de 6 años robó almacén” (El Diario, de Carlos Paz), etcétera.
Alguna vez dijimos desde esta columna que la prensa amarilla y los medios sensacionalistas son capaces de sacrificar la verdad o lo poco de verdad que pueda contener una historia en aras del rating y de la venta de periódicos.
No es éste el caso. Aquí, cuando se criminaliza a una niña que no tiene uso de razón, ya no se trata de vender una mentira más a la población, sino de vender a quien puede pagar (el Gobierno Bonaerense, las Secretarías de Medios y de Inteligencia del Estado, algún lobby empresarial) una mentira que será inoculada sin aviso a la población, para preparar un escenario.
Este asunto no tiene que ver con la ley de medios nueva. Ni con la vieja. Las agencias, canales y diarios que hoy criminalizan a una niña de 6 años, pueden ser oficialistas u opositores. Sin embargo, participan por igual (y obtienen beneficios por igual) con la campaña.
Por eso no habrá ombudsman ni fiscal ni juez capaz de denunciar o de meter preso al supuesto periodista o al supuesto editor capaz de perpetrar, desde su torre almenada, con completa impunidad, esta clase de títulos en contra de la población (ya que afectan su estabilidad emocional), en contra de la democracia (ya que desvirtúan las instituciones) y en contra de la república (porque preparan el terreno para una violación consentida de la ley).
Indocumentados y/o inexistentes
La Presidenta de la Nación admitió en una conferencia de prensa, al anunciarse la llamada Asignación Universal para la infancia, que aunque se habían hecho importantes progresos en el registro y documentación de chicos argentinos “quedan 800.000 niños por identificar, y vamos a seguir trabajando para lograr el derecho a la identidad para todos... (Casa Rosada, 24/11/09)
En las últimas semanas, los medios audiovisuales del país saturan a la audiencia con la pesquisa sobre el paradero de la familia Pomar. Videos de cámaras de seguridad, mensajes de texto y llamadas desde celulares, entrevistas a familiares y amigos, multiplicación de las hipótesis y decenas de rastreadores despachados, cámara en mano, a cubrir las rutas bonaerenses, entre las localidades de José Mármol y Pergamino.
De modo que 800 mil niños sin identificar -dato oficial-, con decenas que aparecen y desaparecen todos los días (es decir, niños abusados, vendidos, secuestrados, esclavizados o asesinados por distinta clase de mafias) no son noticia. No ocuparán más de una línea en los despachos de las agencias. Ni dos segundos en la televisión. Ni un miserable centímetro en los diarios.
“Es que la familia Pomar vende; y la niñita de 6 años que asalta un comercio (instigando a su padre al robo, faltaría decir) también vende. Pero los otros, los que no figuran en los registros ¿a quien le interesan?” Ésa es la coartada que querrían tener tantos oficiales periodísticos, tantos redactores de policía, tantos mercenarios del primero y el cuarto poder, para disimular el grave delito que cometen a diario contra la información ciudadana.
Al comenzar esta nota, lo admitimos, nos proponíamos hablar de otra cosa. Íbamos a hablar de la pureza de la niña que con sólo seis añitos ayudó a su padre a robar. Otras niñas, a esa edad, juegan a las muñecas; o bien imitan a su mamá en las tareas del hogar. Ésta, en cambio... ésta en cambio... ¡ay!

Sentido común 30/11/09
(APe).- “Los pibes nos sacan una ventaja imposible de descontar. Ellos se mueven en un universo en el que las cosas quedan más cerca. Las respuestas que los adultos buscamos en las profundidades, suelen estar a la vuelta de la esquina. La simpleza es una virtud que extraviamos en los jardines de la infancia”... Así decía Arturo, uno de esos filósofos de barrio que suelen habitar los bares, refiriéndose a los laberintos que forman el alma humana.En estos días comprendí en toda su dimensión las palabras de Arturo...Estábamos con mi hijo Julián mirando la tele cuando aparecieron imágenes de un desalojo; familias enteras quedaban en la calle, a la intemperie. Una mujer imploraba frente a la cámara por un lugar donde vivir con sus hijos y sus poquitas cosas.
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