RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Desmontar el mundo
29/08/07
Por Alberto Morlachetti
(APE).- Walter Benjamin describía el progreso como una tempestad que llevaba la Historia hacia la catástrofe. Theodor Adorno -en el mismo sentido y en plena guerra mundial- observaba que el nazismo no es una recaída a un tiempo de barbarie ancestral, sino producto de una dialéctica negativa de la propia civilización occidental y que el desarrollo industrial y técnico se transformaba en regresión social y humana.

Adorno y Horkheimer dirigían sobre el mundo una mirada melancólica y sombría. Creían que todas las relaciones humanas y sociales se transformaban en relaciones mercantiles y la cultura en un producto industrial de consumo. En los años cincuenta, Adorno escribía que el nazismo vivía todavía y subrayaba que la amenaza no era -a sus ojos- la de una vuelta del fascismo contra la democracia, sino más bien la de una supervivencia del fascismo en la democracia.
En plena crisis económica de 2002, el pequeño Diego había sido retratado por el diario La Nación como una de las imágenes “estelares” de la pobreza y la desnutrición en Quitilipi, provincia del Chaco. A cinco años de aquella publicación, la historia de este niño regresa para mostrar que todo sigue igual en su vida, incluso sus medidas físicas, aunque ahora tiene 12 años en lugar de siete. La muerte anidó la espera en su cuerpo -como palomas breves- una docena de olvidos. Sabina Romero -su madre- observa a su hijo y dice: “Se la pasa comiendo tierra”. “¿Tienen otra cosa para comer?”, le preguntó el cronista del mismo diario. “Está así nomás; en todo el día, la criatura no come nada. Hoy no comimos en todo el día porque no hay”. Tampoco sus hermanos, expresó con naturalidad Sabina, que parece resignada como los Tobas o Wichis que viven entre hambrunas, muriendo por docenas, agonizando por centenas en territorio chaqueño o en la sombra siempre amenazante de Auschwitz.
El hambre, como un perro ciego, muerde -sin rostro y sin nombre- en el patio endiablado de la miseria y transforma la música de la existencia en un desencuentro de ternuras imposibles. Dónde posar el pie, dónde el poema. Sí, desmontar el mundo donde mueren los retoños inocentes, sería la tarea del hombre.
Fuente de datos:Diario La Nación 20-08-07

Dos Chacos, un genocidio
28/08/07
Por Oscar Taffetani
(APE).- El Centro de Estudios e Investigación Nelson Mandela informó que ya son 13, en la tercera semana de agosto, los muertos por desnutrición en la provincia del Chaco. La ola polar que cubrió con mantos de nieve algunos lugares insólitos de la Argentina, inspirando cientos de “notas color” en los informativos, castigó sin piedad a esas vidas inermes que crecen en los resquicios y los rincones de sombra del país de Jauja y el reino de Soja. Los muertos del Chaco son, invariablemente, miembros de las familias Toba, Wichi y Mocoví, es decir, descendientes de los antiguos dueños del agua, de las selvas y los bosques de esta parte de América. Pero aunque el Centro Mandela ha documentado con nombres y apellidos, con testimonios y fotografías, ese lento y silencioso genocidio, el gobernador del Chaco Roy Nikisch ha dicho a la prensa que todo “forma parte de una campaña perfectamente orquestada" (La Nación, 25/08/07). Y su ministro de Salud, Ricardo Mayol, como un perfecto extraterrestre, alega que “ellos (los Tobas) tienen su manera de comer, su manera de alimentarse y a veces no aceptan la nuestra...” (Indymedia, 11/08/07) Lo concreto es que en ese antiguo país de guerreros y cazadores que los Incas bautizaron “Chacu” (y cuya autonomía siempre respetaron), hoy se ven niños y ancianos y mujeres con la piel pegada a los huesos, sin fuerzas para hablar, esperando la muerte.
La paradoja del Cerrito
No muy lejos de la costa del Bermejo, de la ciudad de Resistencia y del puente “General Belgrano”, que vincula al Chaco con Corrientes, está la Isla del Cerrito. “El Cerrito -se lee en la página web oficial- es uno de los mayores atractivos turísticos de la región por la diversidad de actividades que ofrece: paseos en lancha, canotaje, ski acuático, catamaranes, safaris fotográficos, cabalgatas, caminatas, ecoturismo y visitas al museo (...) Bañan sus costas los ríos Paraná y Paraguay formando una gran confluencia y una de las esquinas fluviales más codiciadas de los pescadores deportivos...” “A partir de 2001 -dice la citada fuente- se realiza en la Isla la Fiesta Internacional de Pesca del Dorado con Devolución y la Pesca de Costa para Niños con Devolución, la cual es la primera localidad que establece esta modalidad en la Argentina, como forma de preservar la conservación de las especies...” Lo de la “devolución” de peces al río es relativo, ya que publicaciones especializadas y algunos sitios de Internet exhiben fotografías de excelentes piezas cobradas por aficionados en ese tramo del río Paraná, alternándose los dorados de 6 kilos con los surubíes de 14 y hasta 30 kilogramos. “Un paraíso”, dice la Secretaría de Turismo chaqueña. Y debe ser así. Claro que muy cerca de ese paraíso, a 50 kilómetros, en lo que alguna vez fue la mayor región productora de algodón de la Argentina -y la quinta en el mundo- hay chaqueños originarios, legítimos habitantes de esa tierra, que agonizan sin pan y sin trabajo. ¿Cuál es el verdadero Chaco, entonces? ¿Es que hay dos Chacos, en la misma tierra y sobre los mismos ríos? ¿Y cuál es la misión del gobernante? ¿Y la del Ministro de Salud? Son preguntas que vienen ya respondidas. Las trae el río, junto con otras vergüenzas y tristezas.

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