RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Petróleo, tristezas y esperanzas
06/06/07
Por Oscar Taffetani
(APE).-A nuestros hijos y nietos, en los tiempos que corren, les resulta difícil entender que hubo una época de oro del petróleo argentino, un tiempo en el que se sabía que las riquezas de nuestro subsuelo eran (vaya obviedad) propiedad del Estado argentino, propiedad de todos los que aquí vivimos, sufrimos y a veces, también, ejercemos nuestro derecho a la alegría.

YPF era entonces como el pan en la mesa: algo fuera de discusión, la base y complemento de cualquier plato, en la Patagonia o la pampa salteña, en las urbes de la costa bonaerense o la precordillera de Neuquen.
Alrededor de YPF, empresa a cargo de la exploración y explotación de los yacimientos y de una parte de la elaboración de combustibles, lubricantes y materias primas de origen petrolero, giraba una galaxia de empresas grandes y pequeñas, extranjeras y nacionales, que eran proveedoras o clientes del Estado.
Cuando uno visitaba Comodoro Rivadavia, ciudad que se había ganado el título de “capital del petróleo argentino”, veía hoteles, restaurantes, proveedurías y almacenes, cines, teatros y barrios enteros que habían florecido en esa desértica meseta sureña. Había chalets y casitas de buena construcción, con jardines que -por fín- conocían la bendición del agua.
Aquello no fue una ilusión. No fue un espejismo. Quien esto escribe lo vio de la mano de su tío (tío José: mi recuerdo). Y lo vio más adelante, cuando la época de oro había pasado y Comodoro luchaba por sobrevivir y encontrar un destino en la Argentina “privatizada” de los ’90.
Pero las plantas y los árboles, ya crecidos, seguían allí. Y aquellas casas bien hechas de los obreros de YPF, de la Shell y de la Esso, seguían allí. Y los cascarones y estructuras recicladas de lo que habían sido hoteles, restaurantes, escuelas, estaciones de tren, oficinas y viviendas de los obreros y empleados del petróleo, seguían allí.
No fue YPF, por supuesto, la única madre de la abundancia y el crecimiento argentinos. Pero su aporte de varios miles de millones de dólares anuales a las arcas del Estado, y su papel verdaderamente colonizador, en las más alejadas regiones y paisajes argentinos, nadie lo puede negar.
Por eso, la privatización y desguace de YPF, consumada en sucesivas etapas y con la colaboración activa de buena parte de la dirigencia política, gremial y empresaria argentina (no temamos recordarlo), fue un crimen.
Y si lo examinamos en sus últimas consecuencias -el desempleo, el desarraigo, la destrucción de las familias, la muerte de tantos pueblos y ciudades del interior del país-, fue un genocidio. Un genocidio tanto o más execrable e infame que el que perpetró la última dictadura.
Hipocresía, maquillaje, entrega
No es un secreto para nadie (estos crímenes se cometen siempre a la vista) que la falta de electricidad y gas que castiga a miles de argentinos en estas frías semanas de otoño, es producto de aquella despiadada política económica nacida en los ’90, y que con algunos retoques y maquillaje se mantiene en la actualidad.
“No faltan recursos energéticos en la Argentina -dice un reciente comunicado de la FeTERA-, lo que falta es una política de recuperación del patrimonio nacional y una planificación para anticiparse a los crecimientos de consumo”.
“El Estado argentino -dice en otro pasaje- autorizó la inversión de cientos de millones de dólares en gasoductos y poliductos para exportar a Chile, a Brasil y a Uruguay; lo que no se hizo, fue invertir en redes de distribución troncal para que los argentinos puedan tener gas; así el 40% de nuestra población depende hoy del gas envasado, fundamentalmente la garrafa, que es cara y difícil de conseguir…”
No se acaba ahí el oscuro panorama. Noticias que llegan desde el sur nos hablan de la prórroga (¡por 40 años más!) de los contratos y concesiones a la empresa británica Pan American Energy que habían sido firmados en 1997, durante la presidencia de Menem.
Ya no está Menem en la Rosada. Hace mucho que no está. Sin embargo, el gobernador justicialista de Chubut, Mario Das Neves, con el respaldo de legisladores provinciales del radicalismo y la venia del inquilino actual de la Rosada, continúa ejecutando aquella política letal de los años ’90.
Mosconi: el homenaje que falta
Este año se cumple un siglo de aquel Pozo Descubridor -o Pozo Nº 1- que inició la gesta del petróleo argentino, en Comodoro Rivadavia.
También se cumple un siglo y medio del nacimiento en Buenos Aires de Enrique Carlos Alberto Mosconi, militar e ingeniero, hombre de honor, que fuera primer Director de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen.
Muchos pueblos, caminos y campamentos de la Patagonia y de todo el territorio nacional llevan con justicia el nombre de Mosconi.
Y nuestros chicos -ésos que heredan nuestro suelo y su riqueza usurpada, pero también nuestro Sueño- saben muy poco de él.
El Estado argentino -todavía estragado, todavía con amnesia- se olvidó de estos aniversarios. Se olvidó de hacer los homenajes que la gesta del petróleo argentino, y la figura de Mosconi en particular, se merecían.
No importa, hágámoslo nosotros. Como podamos. Mostremos a nuestros niños este suelo y subsuelo que les pertenecen. Que nos pertenecen.
Nadie nos podrá quitar este Sueño.

Los pibes y la contrarrevolución
04/06/07
Por Carlos del Frade
(APE).- Las crónicas de la “Gaceta de Buenos Ayres”, aquel periódico que salió a la luz el 7 de junio de 1810 como parte de un proyecto revolucionario, describía los aportes que hacían chicas y chicos menores de catorce años a la causa del nuevo país. Dejaban monedas, ofrecían sus servicios para la pelea y hasta querían trabajar de manera voluntaria en pos de una tierra libre y con igualdad. Similares constancias se pueden verificar en los cabildos de las principales ciudades del interior de aquello que todavía seguía siendo el Virreynato del Río de la Plata. En Salta, por ejemplo, cuando Martín Miguel de Güemes se hizo cargo de la gobernación y empezó a exigir empréstitos a los hacendados y familias acaudaladas de la región, los escribas señalaban el apoyo, el amor y la entrega sin reparos de mujeres y niños siguiendo el ejemplo del gauchaje rebelde. Pibas y pibes del siglo diecinueve entregaban lo poco que tenía a cambio de no abandonar el sueño de una nación de iguales. Casi doscientos años después, cuando la cuarta Marcha Nacional de los Chicos del Pueblo atravesó la geografía estragada de las provincias del nordeste y litoral argentino, el ejemplo se repetía. Una vez más, las chicas y chicos más castigados por el sistema, entregaban sus cuerpos, almas y tiempo con la idea de conmover al país que parece haber extraviado aquel proyecto revolucionario de 1810. Niñas y niños doscientos años atrás, doscientos años después, necesitan completar el país dibujado en los proyectos inconclusos que prometían amaneceres sin necesidades ni ausencias. Sin embargo, el país real, el territorio cotidiano en donde pibas y pibes intentan gambetear sus urgencias, le devuelven la mezquindad de un páramo contrarrevolucionario. No hay quien atienda aquella generosidad de las pibas y pibes de doscientos años atrás, de doscientos años después. En la ya mencionada Salta, aquella provincia que tuvo en Güemes a su líder popular y beligerante, las chicas y los chicos se enfrentan a la pesadilla cotidiana. Así como Güemes fue traicionado, también los hijos del pueblo que lo erigieron caudillo, vienen siendo traicionados por los descendientes de los que privatizaron la revolución en beneficio de unos pocos. De allí las noticias de los últimos días: “Tres chicos de diez, trece y catorce años, oriundos de la localidad de Cerrillos, fueron detenidos al ser sorprendidos en el interior de la escuela Cuarto Centenario del barrio Santa Ana”. Los pibes, sigue diciendo el cable, “ya habían violentado las puertas de algunas aulas y de armarios y se habían apoderado de carpetas, lápices, lapiceras, libros y otros elementos”. Una jueza de menores, mientras tanto, investiga si una persona mayor los mandó a robar, termina sosteniendo la información. Ojalá que la jueza profundice su trabajo y encuentre, en realidad, todas aquellas personas mayores que desde hace generaciones le vienen robando a las pibas y pibes salteños el sueño de vivir en una tierra de iguales en donde los lápices sirvan para escribir y dibujar cuentos de amor, esperanzas y futuros.
Fuente de datos: Diario El Tribuno - Salta 28-05-07

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