RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO


Nuestros muertos 09/04/07
Por Oscar Taffetani
(APE).- Tal vez nuestros primeros desaparecidos -en el sentido que hoy los argentinos damos a esa palabra- hayan sido mapuches neuquinos, integrantes de la gran familia del lonco Sayhueque.

Las crónicas cuentan que cada contingente de prisioneros indios era traído en barco a Buenos Aires; que los niños y mujeres iban a servir a casas de familia de la ciudad y que los varones adultos marchaban a las canteras -la más importante estaba en la isla Martín García- a esculpir los adoquines con que la Capital de la república se preparaba para el Centenario.
Puesto que no había vacunas y que los mapuches, cambiados de ambiente, morían rápidamente a causa del cólera y la gripe, la sífilis y la tuberculosis, en la isla Martín García, como práctica, se arrojaban los cadáveres al río.
Por eso en el cementerio de Martín García no hay tumbas ni lápidas que recuerden a esas personas muertas; son menos que "NN"; son desaparecidos.
El País de las Manzanas que fuera orgullo de Sayhueque tiene el dudoso privilegio de haber sido el primero en sufrir la invasión, el despoblamiento sistemático y la apropiación de la tierra por parte del poder mercantil con sede en Buenos Aires.
No es una fantasía desmedida pensar que durante la Semana Trágica de 1919, por los adoquines de la avenida Sáenz, en Pompeya -que habían sido esculpidos con sangre por los confinados mapuches de Sayhueque- llegó a escurrirse otra sangre: la de los obreros inmigrantes.
“Toda la sangre es roja”, escribió un poeta obrero de Chicago. Y la tierra, eterna y desmemoriada, no sabe distinguirla.
Fuentealba: el último
Carlos Fuentealba, docente neuquino, es la última de las víctimas populares de ese insaciable poder, sordo al reclamo de justicia, instalado en las tierras alguna vez expropiadas a Sayhueque y más tarde expropiadas al Estado Argentino.
Las nuevas elites gobernantes -integradas por hijos desclasados y nuevos ricos descendientes de los pobres inmigrantes del '80- hoy son responsables de las nuevas expropiaciones y de los nuevos crímenes.
En la tierra y el agua de un país desmemoriado, se vuelven a fundir y a fusionar las sangres de los luchadores populares caídos.
Poco antes que Carlos Fuentealba, la historia registra nombres como el del periodista Mario Bonino o los piqueteros Maxi Kosteki y Darío Santillán; y también humildes trabajadores como Víctor Choque o Teresa Rodríguez, todos han sido víctimas de los "escarmientos" que periódicamente asestan sobre el pueblo los gendarmes al servicio del Capital.
"No se le pega a un maestro" tituló su viñeta, inspirada en el caso Fuentealba, un columnista de La Nación.
No se le pega ni se mata a nadie, querríamos contestarle. Y además, no hay "muertos de primera y muertos de segunda", como afirmaba en los '70 otro periodista del régimen.
No, estimados colegas. Lo que hay son muertos del pueblo, exactamente iguales. Malditamente iguales. Muertos por reclamar justicia. Muertos por levantarse contra un poder despótico e inhumano.
La tierra no los distingue. Y el pueblo -sabio- tampoco los distingue.
ero no olvida a ninguno. Todos tienen un lugar junto a su pecho. Están en sus más queridos sueños. Están en la sangre palpitante de sus puños cerrados.

El lugar del hambre 11/04/07
Por Carlos del Frade
(APE).- Desesperados de oro y hambre llegaron a estos arrabales del mundo.No sabían adónde llegaron, pero tenían claro sus urgencias.Venían del otro lado del Atlántico y al principio fueron recibidos como dioses de la vida. Fue un error. Se convirtieron en los heraldos de la muerte.Saciaron sus necesidades. Mataron para robar. Violaron y corrompieron para imponer la civilización y justificaron las atrocidades por medio de la cruz y los destinos manifiestos.Conquistaron y avasallaron y sus pueblos comieron y pagaron sus propias deudas con los alimentos y los minerales americanos.Saquearon los alrededores del Potosí, aquello que después fue llamado Bolivia; aplastaron la inigualable cultura incaica, aquello que después fue llamado Perú; arrasaron flora y fauna autóctonas en sierras de verdes brillantes y ríos marrones como leones, aquello que después fue llamado Ecuador y Colombia.Hace más de cinco siglos que los hambreados europeos impusieron el sistema de la sangre y el dinero en las tierras americanas.Y ese viaje ya no se detuvo.

Ahora, en el tercer milenio, uno de cada cinco niñas y niños en Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, sufren desnutrición crónica.Desde hace centurias, el saqueo impuesto invirtió la campana de las necesidades.Los hambreados, entonces, ya no son los invasores, sino los invadidos.Así lo acaba de informar el llamado Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y la Comisión Económica para América latina y el Caribe.Suman, dicen los números, 52 millones de personas las que padecen hambre en estas tierras todavía bellas y ubérrimas.“El derecho humano a una alimentación adecuada implica no solamente acceder a alimentos, sino también acceder a recursos productivos para que las personas puedan alimentarse por sí mismas y puedan participar en la vida económica de los países”, dice la información.Según Jean Ziegler, relator del Derecho a la Alimentación, “la lucha por este derecho debe abordar los problemas de discriminación y marginalización que permita el acceso a los recursos productivos a las personas más pobres”.Es difícil que estas palabras se conviertan en llaves mágicas que abran las puertas de realidades distintas.Habrá que decir otras cosas. Como, por ejemplo, que los recientemente creados tribunales internacionales se ocupen de hacer pagar las responsabilidades criminales que tienen los llamados países desarrollados por el permanente despojo de recursos naturales y humanos que perpetraron contra los habitantes de América latina.Allí sí, entonces, será posible no solamente el derecho a la alimentación, sino también la mayoría de los derechos humanos que, por ahora, sufren de profunda invisibilidad para los hijos de la tierra usurpados desde hace más de cinco siglos.Por cada número que sintetiza el exterminio, el sistema le suma las palabras de ocasión que suman hipocresías y ocultan responsabilidades.Es hora de pronunciar otras palabras, dibujar otras cifras y exigir algo más que simples condolencias.
Fuentes de datos: Agencias de Noticias Altercom - Ecuador y Adital - Brasil 27-03-0

El principio de insignificancia 13/04/07
Por Oscar Taffetani
(APE).- Leemos en El Día de La Plata: “Tres jóvenes serán sometidos a un juicio oral y público en el que podrían recibir condenas de hasta dos años de prisión por hurtar una horma de queso de rallar en un supermercado cuyos dueños son de nacionalidad china, informaron fuentes judiciales”. Los chicos del queso fueron interceptados por la policía después de abandonar el local, en donde -según los dichos del Sr. Chen Bin- intentaron hurtar algunos tubitos de acondicionador de pelo, que fueron requisados y recuperados antes de salir, por el personal del negocio. Llama la atención que, habiendo advertido tubitos de acondicionador de pelo ocultos en un pantalón -como se lee en la declaración-, se les haya pasado por alto a los vigiladores una horma de queso... La defensa de los menores esgrimió, dado el exiguo valor de lo hurtado, el llamado principio de insignificancia. Pero la Sala no lo tuvo en cuenta y confirmó el procesamiento, alegando que la conducta de los jóvenes "debe ser valorada no sólo en la concreción efectiva de la lesión al bien jurídico de que se trata, sino que también debe ponderarse el disvalor de la acción". En la misma resolución judicial -se lee en La Voz del Interior- “los jueces Barbarosch, Bruzzone y Rimondi confirmaron el procesamiento de una cuarta persona, en su caso por el delito de ‘robo en grado de tentativa’, porque ocultó entre sus ropas una botella de vino fino y cuando fue descubierto, intentó deshacerse de ella arrojándola a un cajón de frutas en exhibición para la venta”. Hay cierta información ambiental que los diarios no incluyen en este tipo de noticias. No dicen, por ejemplo, si los chicos que hurtaron un queso son esos mismos que están acostumbrados a soportar la lluvia bajo un techo de chapa o cartón, a pocas cuadras del supermercado. O no dicen, vaya otro ejemplo, que cuando los abuelos y padres de esos chicos se quedaron sin trabajo, el queso, ese simple queso rallado que adereza un plato de fideos, pasó a ser estrella de una galaxia distante. Y no dicen, tampoco, las noches en que esos chicos se quedaron -ñata contra el vidrio- esperando a que salieran los satisfechos comensales de un restaurante, para abrir la puerta de un auto y pedir que les dejaran no una botella de vino fino, sino apenas una moneda. No. Nada de eso puede ser volcado a un expediente. Porque para una Justicia capaz de hacer girar salas y tribunales enteros alrededor de un queso, los datos sobre la pobreza y la exclusión social, son datos insignificantes. Para estas situaciones -hambre, miseria, abandono- sí rige, todos los días, el principio de insignificancia.

¿Paco o hipocresía? 16/04/07
Por Carlos del Frade
(APE).- El país que tiene mayor número de consumidores de drogas pesadas es Estados Unidos. Pero su repartición oficial que dice combatir el negocio, la DEA, sostiene que el problema está en los países periféricos, dependientes. A partir de 1987, cuando se decidió eliminar a los carteles colombianos por su presencia en las calles del imperio, las rutas del narcotráfico fueron modificadas. Había que buscar otros lugares por donde pasar la cocaína y fue necesario tener en claro, en forma paralela, que debía ser un Estado en donde se podía encontrar a buen precio alguno de los insumos básicos para la fabricación de la sustancia química de color blanco. La información era clara, después de los propios Estados Unidos, el principal productor de éter, sustancia clave para convertir la hoja de coca en clorhidrato de cocaína, era la Argentina. A fines de los ochenta, el país del sur dejó de ser un lugar de paso para convertirse en un territorio de amplio consumo y exportación de distintas sustancias hacia Europa y al mismísimo Estados Unidos. Se democratizó el consumo en forma paralela a la destrucción del tejido productivo que generaba esperanzas de futuro para las nuevas generaciones de argentinos. Si no había futuro, había que aguantar el presente. Consumidores consumidos. Allí apareció, entonces, el nuevo flujo de dinero fresco ilegal del sistema, el narcotráfico. Sus consecuencias sociales se daban en las esquinas de los barrios de las principales ciudades. Vivir y matar por drogas era una de las pocas formas de pertenecer a algo, de formar parte de algo. Satanizada la política y el gremialismo, el fútbol devenido en negociados para unos pocos, el horizonte para las pibas y los pibes pasaba por cualquier cosa química que prometiera un presente más o menos soportable. Ahora, la Federación de Organizaciones No Gubernamentales para la Prevención y el Tratamiento del Abuso de Drogas acaba de informar que el consumo del paco se multiplicó por cinco en los últimos tres años. "Si me lo decían hace unos años no lo hubiera creído. Pero actualmente llegan a los centros para tratarse chicos de hasta diez años afectados por el consumo de paco", dijo Rubén González, presidente de la Federación. Los medios de comunicación sostienen que “el ‘paco’ representa una instancia intermedia entre la ‘pasta básica’ y el clorhidrato de cocaína, y contiene principalmente sustancias tóxicas como el kerosene y otros sulfuros. Los jóvenes ‘fuman’ este elemento en ‘pipas caseras’ realizadas con biromes y antenas huecas”, aseguran las fuentes consultadas. En realidad, todo aquello que está vinculado al narcotráfico es una especie de frasco al revés: tapa hacia arriba y descubre hacia abajo. Nunca hay procedimientos que terminen poniendo presos a los grandes inversores o financistas y siempre sobran las noticias que hablan de pequeños vendedores barriales que caen víctimas de exageradas maniobras de las fuerzas que dicen reprimir el negocio. El paco avanza porque la hipocresía sigue invicta. Mientras no haya un nuevo proyecto colectivo que dote de esperanzas a las nuevas generaciones, las drogas seguirán haciendo su favor al sistema. Convertirán a miles de muchachas y muchachos en esclavos mentales del consumismo. Porque la ecuación de los que mandan es simple: prefieren miles de adolescentes delincuentes antes que revolucionarios. Por eso el paco avanza, porque la hipocresía sigue invicta.
Fuentes de datos: Diarios El Día - La Plata y Río Negro 12-04-07

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