RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO




Tolerancia Cero y otras paradojas
18/08/10
Por Oscar Taffetani

(APe).- Caroline Giuliani (20), hija del ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani (66), fue detenida el pasado 6 de agosto al salir de una tienda con productos que no habían pasado por la caja. El título, para las agencias, fue: “Hija del zar de la Tolerancia Cero sorprendida robando cosméticos”. La especie duró un par de minutos en las carteleras. Donna Hanover, primera o segunda esposa de Giuliani, logró retirar a Caroline de la comisaría, con el compromiso de estar más atenta en el futuro a sus movimientos.

Dijimos “primera o segunda esposa” por la curiosa anulación de su primer matrimonio que gestionó Giuliani ante la Iglesia católica, tras advertir
-luego de 14 años de convivencia- que Regina Peruggi, su esposa, era a la vez su prima. Esa astucia le permitió tener segundas primeras nupcias con Donna, pareja de la que nacerían Andrew y Caroline. Aunque a poco de andar, una investigación periodística reveló que el Alcalde de Nueva York mantenía una relación extramatrimonial con la enfermera Judith Nathan. Para blanquear la situación, Giuliani le dijo a la prensa que en ese mismo momento estaba tramitando el divorcio con Donna (sólo que se había olvidado de avisarle, acotamos) y que pensaba casarse con Judith.
La psicología social norteamericana, tan rápida y eficaz para explicar las conductas, podría publicar ahora un tratado sobre lo que les pasa a las hijas veinteañeras de los ex alcaldes de Nueva York, especialmente cuando éstos practican -diría Savater- una doble militancia erótica.

¿Ventanas? ¿qué ventanas?

En 1969, el gabinete de Psicología Social de la Universidad de Stanford, conducido por Philip Zimbardo, desarrolló un experimento social en dos conjuntos urbanos diferentes de los Estados Unidos: el Bronx neoyorquino y un área residencial de Palo Alto, en California. Dejaron abandonados, en uno y otro sitio, dos automóviles de la misma marca y modelo, en perfecto estado. Como era de prever, en el Bronx desarmaron rápidamente el vehículo y quemaron los restos. Pero en Palo Alto, nadie tocó aquel automóvil estacionado. Para la segunda fase del experimento, los estudiantes rompieron un vidrio del auto estacionado en Palo Alto. A partir del vidrio roto -que connotaba abandono- el auto sí comenzó a ser desarmado y vandalizado, a pesar de estar en un barrio de clase alta.
Una primera lectura de aquel experimento le permitió a Zimbardo fundamentar la llamada Teoría de las Ventanas Rotas, base sobre la que se construyó la doctrina de Seguridad llamada Tolerancia Cero.
La experiencia “exitosa” del alcalde Giuliani en Nueva York, aplicando la Teoría de las Ventanas Rotas y la Tolerancia Cero, convirtió aquella nueva doctrina en producto exportable al sur del río Bravo. Claro que, como sucede con los artículos llegados del extranjero, a veces hay problemas de idiosincrasia, problemas de contexto político y cultural, problemas de normativa eléctrica, civil, religiosa, en fin, problemas. Porque ¿cómo es la teoría de las ventanas rotas en lugares donde no hay ventanas? ¿Cómo aplicar la tolerancia cero en ámbitos donde la misma policía es incapaz de cumplir con las normas?
No obstante, cíclicamente, aparecen en nuestro país dirigentes políticos y sociales que proponen importar la doctrina de los psicógos de Stanford, traducida y adaptada por las consultoras internacionales de Seguridad (una de las cuales, sugestivamente, pertenece al ex alcalde Giuliani).

Ocurrió en Nueva York

Quien primero aplicó la Tolerancia Cero (entendiendo por ello la sanción de toda pequeña infracción cometida, aún a los menores de edad) fue el citado Giuliani, al llegar a la Alcaldía de la Gran Manzana en 1994, acompañando el reverdecer del Partido Republicano.
Analizada desde los derechos humanos y los derechos civiles, la gestión Giuliani fue un regreso a la mano dura policial, que se descargó especialmente sobre las minorías negras y latinas, sobre los vendedores y artistas ambulantes, sobre los talleres barriales y los programas heredados del Welfare State (Estado de Bienestar) que habían impulsado las gestiones comunales anteriores. Más de 70 mil demandas civiles contra el Gobierno de Nueva York se tramitaron durante los ’90. Abusos policiales, desalojos compulsivos y acoso a los inmigrantes indocumentados, todo mezclado con miles de actas de infracción por cruzar la calle fuera de la línea peatonal.
Católico prácticante (por lo menos, en su imagen pública), Giuliani eliminó los sex-shops y boliches nocturnos de Times Square y los reemplazó por un estudio de la MTV, una tienda de artículos Disney y salas de cine y teatro “para la familia”.
Pero, detalles al margen, fue la creación de 450 mil puestos nuevos de trabajo -gracias al apoyo de las corporaciones empresarias- la clave para la mejora general de los índices sociales y económicos.
Un hecho histórico y traumático -el atentado terrorista contra las Torres Gemelas, en 2001- ha impedido hasta hoy hacer un balance de la gestión Giuliani, en materia de Seguridad. A partir del 11-S, el control y la prevención en los grandes centros urbanos pasó a ser un tema federal, monitoreado desde Washington.

El único remedio

Una carta abierta difundida por estos días, que lleva la firma de Gastón Chillier, León Arslanian y Hugo Cañón (todos funcionarios o ex funcionarios judiciales, a nivel nacional y provincial) apunta a diferenciar los problemas de Seguridad y sus posibles soluciones, de las campañas políticas en marcha.
“Los hechos de violencia ocurridos en los últimos días -leemos- han vuelto visibles, una vez más, las demandas de seguridad de la población y, al mismo tiempo, desnudaron la falta de respuestas políticas frente al problema. Distintas voces se han limitado hasta el momento a replicar con una serie de lugares comunes acerca de la necesidad de restringir las excarcelaciones o aumentar las prisiones preventivas, que van de la mano de la idea de presionar a los jueces porque ‘son permisivos’ y hace falta ‘ajustar las clavijas’. Estos argumentos ponen en evidencia una alarmante falta de diagnósticos sobre los fenómenos concretos que producen los hechos de violencia y una carencia absoluta de planificación en políticas públicas para abordar el problema en sus múltiples niveles. Pero lo más preocupante es que estas ideas refuerzan el paradigma que establece que la problemática de la seguridad sólo puede resolverse con la acción de la justicia penal y las policías. Apelar a la ley, la justicia y la policía, en términos generales, sin explicar con claridad por qué se producen los hechos de violencia que estremecen a la sociedad, demuestra que las políticas de seguridad se debaten y, peor aún, se implementan a ciegas. La seguridad no es apenas un problema legal, ni mucho menos judicial o policial”. (…)
“Los funcionarios de gobierno, los referentes de la oposición, los legisladores, los jueces y los fiscales no pueden hablar desde la indignación porque son responsables directos, cada uno según sus competencias, de establecer las líneas de planificación estratégica, diseño e implementación de políticas públicas para prevenir esos hechos. Esta es una responsabilidad indelegable de los poderes del Estado”.
Aunque podamos compartir algunos conceptos de esa carta, constatamos con tristeza la repetición de una paradoja: el funcionario que ya no está en funciones reclama a los que sí lo están “políticas de Estado” y una visión integradora del problema de la Seguridad.
Al mismo tiempo, una corporación mediática está reclamando al Gobierno porteño y también al gobierno nacional (vaya a saber con qué intereses) la urgente adopción del “modelo Bogotá” (un aggiornamento de la Tolerancia Cero, hecho en Colombia con participación de las organizaciones civiles).
De cualquier modo, a los viejos y nuevos impulsores de la tolerancia cero les falta lo mismo que le faltaba a aquel Alcalde de la hija veinteañera y los matrimonios simultáneos: autoridad moral.
El día que haya tolerancia cero para el hambre y el abandono de la infancia, pensamos, el día que haya tolerancia cero para la pequeña y cotidiana corrupción de los funcionarios, recién entonces el Estado será capaz de medir -y ser medido- con la misma vara. Porque el remedio infalible contra ese mal que llaman inseguridad es uno solo: la justicia.

Amuletos
17/08/10

Por Silvana Melo

(APe).- Una vez más Angélica sale de la carpa con su bebé envuelto en frazadas. La madrugada lo sacudió de fiebre y ella tiene -una vez más- terror a que se le muera. Sería la señal más atroz de que la virgencita la abandonó del todo, después de que el granizo y el viento le volaron el rancho y ella le rezó para arriba, con el alma empapada y los pies desnudos en el agua marrón.

La carpa cobija a diecisiete. Diez son chicos. Están ahí, amontonados como en basural, a un par de cientos de metros de la capital de Catamarca. Hace un año que están ahí, y hace meses que la lona y el plástico frenan sobre sus cabezas la helada nocturna y feroz que no deja de caer en el invierno más crudo de los inviernos del Valle.
Hasta marzo de 2009 las tres familias vivían en Bajo Verde, cerquita de Capayán. Faltaba de todo, es cierto, pero tenían su techito propio. Cuatro paredes pobres pero suyas. Con camas y mesa y sillas para ser familia.
El temporal de granizo y lluvia les tiró el rancho abajo. Salvador Sánchez y Angélica Moreno vieron el agua correr llevándose sus pocas cosas. La piedra les llenó el futuro de agujeros y los dejó a la intemperie con los pibes debajo de sus brazos que no eran tantos como para protegerlos de la desgracia aluvional. Ella levantó la cabeza al cielo, vio las nubes panzonas y negras, los remolinos que jugaban con los cartones por allá arriba, y le pidió a la Virgen que no la dejara sola. Sus tres hijas con sus niños le volvieron al regazo. Y la plegaria fue silenciosa y multitudinaria.
"El viento y la lluvia nos tiraron abajo el rancho que teníamos. Entonces vino la gente del Gobierno, nos dio algunas cosas, y nos dijo que vendiéramos todo y que nos fuéramos a la Capital, que nos iban a hacer una casa. Pero acá nos ve, todavía estamos en una carpa desde hace más de un año". Salvador recuerda aquellos días con la resignación y la angustia anudados en el estómago. Tiene la cara morena y surcada por la tierra y el frío.
Aquel marzo, cuando todos se abrazaban a sus propias ruinas, dos empleadas de la Administración del Habitat llegaron a Bajo Verde con promesas de asistencia. Les dijeron que vendieran todo y se fueran a la capital. Allí les construirían una vivienda social. Una casa para todos. Un techo. Una dignidad con puerta y ventana. Con un trabajo para los días y un descanso para las noches. Nada más esperan un Santiago y una Angélica con diez pibes ateridos en la Catamarca donde la mitad de la infancia está condenada a la pobreza.
Vendieron sus cosas por monedas, apurados por la promesa. Y compraron por mil pesos un terreno en el barrio Montecristo, a pocos metros del nuevo trazado de la avenida Circunvalación, en el sur de la capital. Les dieron mientras tanto una carpa para aguantar. Era marzo, apenas otoño. Y ellos estaban abrigados por la llamita persistente de la esperanza. Esa que aguanta los aguaceros del cielo y hasta los estornudos del poder.
Pero las promesas que los gobiernos les hacen a los Santiagos y a las Angélicas se olvidan con una celeridad asombrosa. Hace un año y cinco meses que esperan. Que desfilan por todos los despachos oficiales buscando a los dueños de la promesa que les esquivan los ojos y los hacen firmar los polvorientos expedientes de la indiferencia.
"Nosotros vendimos lo que teníamos: unas cabras que nos habían quedado, unas vacas, el terreno donde teníamos el rancho, y vinimos para acá esperando que sea cierto lo que nos decían. Además, ellos nos dieron una carpa para vivir provisoriamente", dijo Salvador y los ojos se le ponen colorados.
Los pibes casi no van a la escuela de La Viñita porque se despiertan tarde. La noche no permite el sueño: el frío late en los pies y en la panza cuando la helada se endurece en escarcha y la tos se carga en los pulmones con el crujido fatal del abandono.
Por la mañana salen al monte los más grandes a juntar la leña. Alcanza para calentar las ollas y encender los braseros. Pero se consume tan pronto como las promesas.
Hace poco en Desarrollo Social de la Municipalidad de Capital le dijeron a Santiago que se volviera a Capayán. Que en Capital era más difícil conseguir trabajo. A él, que arrastra su penuria desde Bajo Verde, a él, que le dijeron que vendiera porque el futuro estaba aquí. A él, que se compró un terreno donde ahora le dicen que es el bajo y se inunda. Angélica mira hacia el cielo y le habla a la virgencita. Cada vez más convencida de que por alguna razón tan fuerte dejó de escucharla. Santiago cree que es la mala suerte, que un día se le prendió del cuello como un amuleto embustero. Pero acaso saben, en lo más profundo de sus almas, que la llamita invencible de la esperanza aguanta hasta los aguaceros. Pero no el desamparo dispuesto por el Estado sobre los que no tienen, los que no pueden, los que no son. Los nada y los nadie. Los que sobreviven a la helada en una carpa y se callan. Y si un día no sobreviven, será porque les falló el Cielo o la suerte azarosa del amuleto.

Fuentes de datos:
Diarios El Ancasti y El Diario de Catamarca

Cánones de belleza
16/08/10

Por Claudia Rafael

(APe).- “Me marcaba demasiado los rasgos incas”, dijo el hombre nacido en la ecuatoriana Guayaquil e inmigrante clandestino en Madrid. Como tantos otros, decidió someterse a la rinoplastía, “intervención quirúrgica estrella”, como la suelen definir, entre los cientos de miles que buscan un horizonte un poco más bondadoso con su vida. Lejos de su patria grande. Lejos ya de su identidad. Se trata, sea como sea, de occidentalizarse. De buscar nuevos rasgos. De trabajar a destajo miles de horas para poder pagar, euro sobre euro, el costo de esa operación que desde hace tiempo observa en una curva de crecimiento llamativo la Sociedad de Cirugía Estética, Plástica y Recuperadora de muchos países del viejo continente.


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Me quedo mucho mas tranquilo
19/08/10

Por Alfredo Grande

(APe).- Las declaraciones del Cabezón y la Chiche (pido perdón por este exceso de confianza, pero acostumbrado a que mencionen a nuestra presidenta como Cristina, incluso en una agrupación reciente se ha multiplicado como “las cristinas”, aunque es cierto que Néstor sigue siendo más Kirchner que Néstor, porque siempre habrá patriarcado entre nosotros) son declaraciones de una envergadura tal ante la cual empalidecen tratados de derecho internacional, psicología comunitaria, sociología de los grandes urbes (temí al escribir que se me deslizara mal el dedo y quedara escrito “grandes ubres”, lo que hubiera sido sin duda procaz) Si lo cortés no quita lo valiente, lo sencillo no quita lo inteligente.

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El Sueño Roto
05/08/10

Por Yasmina Jiménez

La antigua colonia francesa Alto Volta consiguió su independencia el 4 de agosto de hace 50 años. Desde que lo consiguió hasta que su historia se desmarcó de la antigua metrópoli pasaron 23 años, que fue cuando el país africano cambió su nombre por el de Burkina Faso. El artífice del cambio fue Thomas Sankara motivado por esta creencia: "Queremos crear un mundo nuevo. Nos negamos a elegir entre el infierno y el purgatorio".

Siempre fueron duras las condiciones para el país africano. Ubicado en una de las zonas del planeta más afectadas por la pobreza, el Sahel, entre el desierto del Sáhara y el África subsahariana, Burkina forma parte de la franja conocida como el 'cinturón del hambre'. Las inclemencias del clima, con temperaturas de 45ºC, sequías que amenazan las cosechas y unas tormentas de arena capaces de engullir durante semanas pequeños poblados castigan sin descanso al pueblo burkinés.

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