La Misión Juvenil concluyó con un llamado al compromiso

La Misión Juvenil concluyó con un llamado al compromiso 
Martes 29 Jul 2014 | 11:57 am
 Visitaron hospitales, capillas, estaciones de tren y barrios de bajos recursos

Avellaneda (Buenos Aires) (AICA): Jóvenes de Avellaneda y Lanús realizaron del 21 al 27 de abril una misión por diversos lugares del territorio diocesano, acompañados por la cruz de san Damián que el papa Francisco entregó a los jóvenes argentinos para que sea signo de la conversión pastoral y la misión permanente. La Misión Regional Juvenil –como se dio en llamar a la actividad- culminó con un festival y una misa presidida por el obispo diocesano, monseñor Rubén Oscar Frassia, que los exhortó a empeñarse en la búsqueda de Dios y comprometerse frente al dolor ajeno y a quienes no tienen fe.

 Jóvenes de Avellaneda y Lanús realizaron del 21 al 27 de abril una misión por diversos lugares del territorio diocesano, acompañados por la cruz de san Damián que el papa Francisco entregó a los jóvenes argentinos para que sea signo de la conversión pastoral y la misión permanente. La Misión Regional Juvenil –como se dio en llamar a la actividad- culminó con un festival y una misa presidida por el obispo diocesano, monseñor Rubén Oscar Frassia.
 Durante una semana, los integrantes de la Pastoral Juvenil diocesana y miembros de parroquias, instituciones religiosas, movimientos y asociaciones eclesiales visitaron hospitales, capillas, estaciones de tren y barrios de bajos recursos, para llevar allí el mensaje gozoso del evangelio.
 Para concluir la misión, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, presidió una misa al cierre del “Festival Misionero” y llamó a los jóvenes a abrirse a Dios, comprometerse con Él y “romperse todo” para no perderlo.
 Reflexionando sobre las parábolas del Evangelio, con las que Jesús explica que el Reino de los Cielos es un tesoro tan grande que quien lo encuentra es capaz de venderlo todo para poseerlo, monseñor Frassia alentó a hacer un esfuerzo para acercarse al misterio de Dios.
 El obispo recordó que tener fe significa “poner las cosas por obra”, porque “no se puede vivir diciendo una cosa y haciendo otra”.
 “¡Eso sería terrible! –aseguró- La tragedia de la sociedad y del hombre contemporáneo no es que sólo ha perdido motivaciones, no sólo que ha perdido las raíces, es que ni siquiera las busca y vive sin entusiasmo”.
 “Hoy más que nunca –añadió-, en este siglo XXI, los jóvenes con nosotros y nosotros, los adultos, los mayores, con los jóvenes, tenemos un desafío extraordinario, estupendo, que tenemos que empezar a trabajar por una nueva civilización, por una nueva sociedad. Todos los proyectos que se nos han presentado, muchos de ellos, están agotados, acotados, gastados y no interesan mucho a nadie”.
 Finalmente, el obispo los exhortó a reflexionar y tomar decisiones en base a la experiencia de misión vivida. Los animó a no ser indiferentes frente al dolor ajeno: “¿Cómo vamos a estar indiferentes si hay jóvenes que se drogan, se destruyen y hacen bolsa su vida, o se suicidan, o matan? ¿Cómo vamos a estar indiferentes? ¿Cómo no vamos a hacer ni decir nada? ¿Cómo nos vamos a callar la boca? ¡Cuánta gente se aliena en el boliche, se atonta, toma, se olvida quién es, lo que hace y con quien estuvo! Eso no humaniza sino más bien deshumaniza. Por eso la Iglesia, que quiere vivir la fe, nos está diciendo que tenemos dignidad y tenemos que vivirla, defenderla, y tenemos que resistir para que nadie nos cambie la cabeza, nos compre, y mucho menos nos venda”.+

 Texto completo de la homilía
Cierre de Misión Juvenil Regional 2014 
Homilía de monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, en la misa con motivo del cierre de la Misión Juvenil Regional 2014 (Iglesia catedral, 27 de julio de 2014) 

 Queridos hermanos: 

 Las lecturas de hoy, sobre todo el Evangelio, son muy claras y nos ubican a todos en una posición común: hay un tesoro, hay que buscarlo y cuando se lo encuentra hay que “romperse todo” para no perderlo. 
 Esto es común a la naturaleza humana, es común a cualquier pueblo, a cualquier nación, a cualquier continente: el hombre no puede vivir si no hace recurso a su trascendencia; porque el hombre es un misterio y, como somos un misterio, vamos a entender al hombre en la medida que los acerquemos al misterio de Dios. 
 El hombre no es una reducción material o sea sólo producto de la materia; el hombre no termina con su muerte, el hombre no está supeditado –ni reducido– al consumo, a los placeres, al “vivir sólo por hoy”, o hacer lo que uno tiene ganas de hacer. El hombre no está llamado a no tener vínculos, a no tener trato con la familia, con las personas, con la sociedad, con la Iglesia. El hombre no puede jamás negar sus raíces porque, cuando lo hace, se seca. 
 De allí la importancia de saber que, si queremos explicarnos y entendernos a nosotros mismos, tenemos que abrirnos a Dios porque encontrando a Dios nos explicamos a nosotros, vamos a respetar a los hermanos, vamos a cuidarlos, no los vamos a usar, ni descartar, ni discriminar, ni patear; porque sabemos perfectamente que tener fe nos responsabiliza más. 
 Tener fe significa poner las cosas por obra porque no podemos vivir diciendo una cosa y haciendo otra ¡sería terrible! La tragedia de la sociedad y del hombre contemporáneo no es que sólo ha perdido motivaciones, no sólo que ha perdido las raíces, es que ni siquiera las busca y vive sin entusiasmo. 
 Hoy más que nunca, en este siglo XXI, los jóvenes con nosotros y nosotros, los adultos, los mayores, con los jóvenes, tenemos un desafío extraordinario, estupendo, que tenemos que empezar a trabajar por una nueva civilización, por una nueva sociedad. Todos los proyectos que se nos han presentado, muchos de ellos, están agotados, acotados, gastados y no interesan mucho a nadie. 
 Tener fe en Jesucristo es una tremenda gracia, extraordinaria gracia, porque ciertamente uno puede encontrarse con el Dios vivo que nos lleva a amar y servir a nuestros hermanos. Por eso la fe no es una ideología, no es una cosa política, no es una especie de bonanza para sentirnos bien o ser buenos. La fe es mucho más, es el Evangelio puro, es Jesucristo que nos dice “vine para que tengan vida y vida en abundancia”. Cuando Jesús empieza a hablar con los Apóstoles, les da su doctrina y les pregunta “¿ustedes también se quieren ir?”, ellos responden “¡Señor, a dónde vamos a ir si tú tienes palabras de vida eterna!”
 En esta noche, en este recorrido que ustedes han tenido, en estas acciones, en estas reflexiones, en esta presencia, en este cansancio, creo que es importante pensar y tomar decisiones. Prefiero que tengan dudas, que tengan miedo, pero que tomen decisiones; y no que por miedo a equivocarse no decidan nunca en su vida, porque eso sería el reconocimiento de la cobardía más grande que un ser humano puede tener. ¡Es muy importante pensar, creer y tomar decisiones! 
 Cada uno de nosotros nos damos cuenta que si Jesucristo, el Hijo de Dios y de María Virgen, es el Señor, el Mesías, el Enviado, el que nos da el amor incansable, inagotable, que nos da la fuente de energía y de vitalidad para todos nosotros; ese que fue capaz de morir por nosotros pero además fue capaz de enseñarnos algunas cosas que no podemos olvidar. 
 Desde la cruz el Señor dijo “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!” y después le dijo a la Virgen “¡Mujer ahí tienes a tu hijo!” y a Juan “¡ahí tienes a tu Madre!” ¿Qué significa esto? ¡Responsabilidad! Es el amor de providencia: Dios nos cuida y nosotros tenemos que cuidar a los demás. ¿Cómo vamos a estar indiferentes si hay jóvenes que se drogan, se destruyen y hace bolsa su vida, o se suicidan, o matan? ¿Cómo vamos a estar indiferentes? ¿Cómo no vamos a hacer ni decir nada? ¿Cómo nos vamos a callar la boca? ¡Cuánta gente se aliena en el boliche, se atonta, toma, se olvida quién es, lo que hace y con quien estuvo! Eso no humaniza sino más bien deshumaniza. Por eso la Iglesia, que quiere vivir la fe, nos está diciendo que tenemos dignidad y tenemos que vivirla, defenderla, y tenemos que resistir para que nadie nos “cambie la cabeza”, nos “compre” y -mucho menos- nos “venda” 
 Queridos jóvenes: si uno encuentra a Jesucristo, que es el tesoro, compromete su vida y no queda igual. Porque cuando Dios entra en la vida de uno los demás también entran en nuestra vida; por eso sabemos de qué estamos hablando y lo que significa amar, servir, entregarse, sacrificarse, darse y buscar el bien de los demás. 
 Decía el papa Francisco: “queridos jóvenes, que no les roben la esperanza”, pero para que no nos roben la esperanza tenemos que tener claridad nosotros, saber en quién tenemos puesto nuestro corazón, si tenemos claridad en Él no nos vamos a confundir ni vamos a confundir a los demás; porque el que tiene las cosas claras vive claramente y es capaz de sostener las cosas siempre. 
 Pedimos al Señor que nos siga amando y le damos gracias porque nos está despertando, porque sabemos que estamos vivos, porque tenemos un proyecto, una motivación, que nos hace levantar al día siguiente de “buena onda” y con entusiasmo. Alguna vez decía Luis Landriscina que hay jóvenes que al día siguiente no se levantan porque no tienen motivos para amanecer, porque les robaron la ilusión, perdieron la esperanza y no encuentran la motivación. 
 Que el Señor nos siga “sacudiendo”, que nuestro corazón esté enardecido por la fuerza del Espíritu Santo y que nos ayude a sostener que estamos vivos y no muertos, que no estamos vencidos ni derrotados, pero sí queremos seguir cantando con esperanza porque la vida es bella, y para que siga siendo bella habrá que cuidarla y “gastarse” por ella. 
 Que así sea. 

 Mons. Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús

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