RESUMEN DE LA AGENCIA INFORMATIVA PELOTA DE TRAPO




FCC (Famosos Contra el Crimen)
17/03/09

Por Oscar Taffetani
(APe).- “Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos”, escribe Borges en uno de sus últimos poemas. Tal vez hay allí un eco de su admirado Sandburg, que en la dura Chicago de los ’20 se detuvo a mirar el rostro -bifronte- del pueblo. “Dos Cristos hubo en el Gólgota, -escribió el norteamericano- / uno bebió el vinagre, el otro lo miraba / Uno estaba en la cruz, el otro en la muchedumbre”. (Caray con los poetas, siempre poniendo el dedo en la llaga).
En el Coliseo romano, hoy convertido en atracción turística de la Eterna, se sacrificaba a esclavos-jinetes y esclavos-gladiadores sólo para divertir a la plebe (pan y circo era la probada fórmula de los tiranos). También, en las últimas épocas, se llegó a echar a prisioneros cristianos a los leones, para entretener (y al mismo tiempo atemorizar) al soberano.
¿Qué queda del circo romano? Sin exagerar, creemos que queda lo esencial, es decir, la posibilidad de usar a la gente como “cruz” y como “clavos” de su propia crucifixión. La posibilidad de organizar la diversión (entertainments, en la jerga de Hollywood) como una forma de alienar al pueblo y evitar que saque (peligrosas) conclusiones sobre su vida o su circunstancia.
En el plano formal, la pista circular del Coliseo (circus) ha sido reemplazada por la pantalla de la TV. Sin embargo, las víctimas y verdugos empleados en el sacrificio, tanto como el público que aplaude, vocifera o llora, siguen siendo, más o menos, los mismos.
La política de Tinelli
Hace unos días, cuando decidió sumarse al coro de famosos y famosas que impulsan la instauración de la pena de muerte en el país y el incremento de las penas y castigos a los delincuentes como medio para acabar con la inseguridad, el productor y animador televisivo Marcelo Tinelli (Bolívar, 1960), expresó que no se siente en absoluto responsable de lo que pasa. "Nosotros -dijo- no tenemos que encargarnos de esto (...) damos trabajo a la gente, entretenemos. ¿Por qué tenemos que estar controlando la cuadra, la casa, el barrio? Pagamos los impuestos para que alguien vele por nosotros". A nuestro entender, Tinelli es una de las figuras del Coliseo moderno, en versión argentina. Y como tal, es responsable o co-responsable de lo que pasa.
Cuando llegó, en los ’90, a ser productor y dueño de sus espacios televisivos, Marcelo Tinelli usó y abusó del blooper y de la cámara oculta, ridiculizando o poniendo en aprietos a gente común, para solaz y esparcimiento de otra gente común. ¿No era ésa una forma circense, nos preguntamos, de hacer política?
Una década después, en un programa que batió récords de audiencia (Bailando por un Sueño), llegó a poner en cueros, haciendo el baile del caño, a la piquetera Nina Peloso, quien aceptó el reto con inocencia proletaria. ¿No fue ésa otra forma humillante, lamentable, de hacer política?
En sociedad con Daniel Hadad (empresario periodístico también lanzado de lleno a la campaña por la pena de muerte) y un ex juez federal, Tinelli recibió a mediados de los ’90, de manos del jefe de gobierno porteño Fernando de la Rúa, la mejor frecuencia de onda radial del país, que pertenecía a Radio Municipal. A partir de ese momento, la emisora pública porteña cayó en alcance y en audiencia, y la flamante “Radio 10” comenzó a crecer.
Pero aquel regalo que le había hecho De la Rúa (coronando una privatización comenzada por Menem) no alcanzó para que Tinelli lo respetara pocos años después, cuando decidió hacerlo blanco de chistes y parodias, ignorando su investidura presidencial y minando su credibilidad ante la opinión pública. ¿No fue ésa otra forma -esta vez secreta- de hacer política?
Con Carlos Menem (a quien llegó a entrevistar en exclusiva, para todo el país, horas antes de las elecciones de 1995); con Eduardo Duhalde (de quien obtuvo una condonación y pesificación de deudas de su productora, en 2002) y hasta con los Kirchner (a quienes entrevistó en 2003 para que el Tesoro Nacional, mediante los nefastos ATN, financiara la construcción de un polideportivo en Bolívar), Tinelli mostró que hace política todo el tiempo, aunque utilice para ello la inofensiva máscara del “entretenimiento”.
Una cuenta sencilla
Año 1995. Los niños suicidas, los niños asesinos, los terribles y desatados hijos del paco, ésos que hoy “te matan por el pancho y la Coca” (Tinelli dixit) estaban naciendo, abriendo sus ojos a la luz, en algún rancho, algún tugurio, alguna grieta de la patria, mientras Marcelo Tinelli festejaba y mimaba en su programa Videomatch a Carlos Menem, mascarón de proa de un proceso privatizador que arrasaba con lo poco que había quedado del Estado de Bienestar argentino.
Sí, es una cuenta sencilla, sin posible error: esos menores que hoy “te matan por el pancho y la Coca” son hijos directos, trasparentes, puros, del país de Videomatch, de ese circo a canal abierto en donde unos mueren y otros ríen (y a veces mueren y ríen por turno).
¿Son inocentes, entonces, los tinellis y las susanas, los divos y divas del Entertainment, de la masacre social (y educativa y cultural) que se consumó en los últimos quince años? ¿Es menor de edad la masacre? ¿Podremos penalizarla algún día?
La totalidad de los Pibes, de los niños argentinos hijos de la pobreza, son producto de ese genocidio consumado a plena luz del día, enmascarado de mil maneras por los artistas del circo mediático.
De ellos, sólo unos pocos, arrojados al paco, al robo y al torbellino de violencia, son los que tienen espacio en los noticieros televisivos. Unos pocos, entre millones, merecen el miedo, el dolor o el comentario irritado de los famosos. Del resto, de la gran mayoría, de los que mueren en silencio y los que salen a robar el pan (porque nadie les ha explicado que tienen derecho al pan), los tinellis y susanas de esta triste época argentina ni se acuerdan. Tan sólo los registran cuando llaman por teléfono a un 0600; o cuando apuestan; o cuando aplauden.
La abogada Ruth Morris (1933-2001), hija de cuáqueros canadienses que llegó a ser Directora de Educación de Rittenhouse, supo trasmitir en sus obras prácticas y en sus libros un pensamiento utópico y radicalmente diferente sobre el sistema penal y carcelario. Dejemos que sea ella quien cierre esta nota, con palabras luminosas:
“Algún día construirán una cárcel y no habrá nadie en ella. No habrá nadie porque ustedes y yo habremos abierto nuestros corazones, nuestros hogares y nuestras comunidades, y habremos encontrado formas de tomar en cuenta a todos aquellos a quienes ahora consideramos personas muy problemáticas. De esto se trata cuando hablamos del sueño de abolir la cárcel”.
Llorando para la victoria
19/03/09

Por Alfredo Grande
“mejor bueno desconocido que malo bien conocido”
(aforismo implicado)
Nota: Al inaugurar el ciclo lectivo y una escuela rural, lamentó “el olvido” de “tanto tiempo”. No habló de los paros docentes; sí del campo.
Emoción y crucifijo. Para confrontar con el campo repitió que “sólo Jesús puede multiplicar los panes y los peces”. La Presidenta de la Nación lloró. No rodaron lágrimas por sus mejillas pero se humedecieron sus ojos y su voz estuvo al borde del quiebre. Fue cuando dijo “quiero pedirles, en nombre de todos los argentinos, perdón por tanto tiempo de olvido, avaricia y egoísmo”, con un sollozo, a los maestros y alumnos salteños que la escuchaban en un pequeño galpón de La Puntana. En esa localidad, inauguró un colegio que funcionará como escuela agrotécnica, con enseñanza en lengua wichí. Y dio por abierto el ciclo lectivo nacional sin mencionar los paros docentes que dejaron sin clases a 12 provincias. Sí habló, en cambio, de su eterno conflicto con el campo.
(Crítica de la Argentina 030/3/09)
(APe).- Un cocodrilo lloraba porque en sus noches soñaba que su destino era ser cartera. Lloró el ministro Cavallo con los jubilados. En una foto que luego se mostró trucada (no había fotoshop en esos tiempos, pero pícaros hubo siempre) un policía lloraba mientras abrazaba a una madre de plaza de mayo. Hacía bastante que nadie lloraba, quizá porque cuando el poeta lloró, lo acusaron de plagio del tango La Maleva. Y lo perdió. Naturalmente siguió llorando. La gente de teatro dice que es más fácil hacer llorar que hacer reír. Luis Sandrini con su alter ego Felipe, hacía llorar con más frecuencia que reír, sobre todo cuando comprobaba que “la vieja ve lo colores”. Yo en algunas actividades públicas me he emocionado, y casi llegué a quebrarme. Siempre en los actos por la masacre de Cromagnon, viendo a los chicos del pueblo marchar alegres, en las marchas por la desaparición de Julio Jorge López, junto a las Madres durante tantos años, etc. Pero quiero diferenciar el llanto desesperado de la víctima del llanto forzado del victimario. En medicina se habla de eutanasia activa o pasiva. La primera es hacer algo para que el paciente, con una enfermedad terminal, muera. En la segunda, en no hacer nada para prolongar artificialmente la vida. Hace poco Silvio Berlusconi opinó sobre el tema, sumando dislates a su larga trayectoria. La idea de que cualquier vida es mejor que ninguna, cualquier padre es mejor que ninguno, cualquier marido o esposa es mejor que ninguna, conduce al aberrante refrán reaccionario: “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Y como una cosa lleva a la otra, cualquier Estado es mejor que ningún Estado. Por lo tanto pedir perdón en nombre de todos los argentinos, es caer en una de las trampas de la cultura represora: si todos somos responsables entonces ninguno es culpable. El crimen del hambre tiene criminales, copartícipes necesarios y cómplices. Y no solamente la Mesa de Enlace, aunque también. Pedir perdón en nombre de todos incluye desde el Virrey Sobremonte, que no huyó en helicóptero porque no había, hasta los asesinos de la triple A, los genocidas del “proceso”, los menemistas conversos y contumaces, etc. ¿Quién puede hablar desde el Todo? La divinidad. “Urbi et Orbi” como el Papa, incluso éste que perdona a pecadores que reinciden en sus pecados. Todos los argentinos no es un sujeto político ni colectivo. Todos los argentinos es una construcción artificial, cuasi alucinatoria, donde cada uno de los que integran ese todo son barridos y borrados en sus diferencias y singularidades. Además el perdón se pide, pero hay que ver si se otorga. No se escucharon voces estentóreas gritando: “hay perdón, hay perdón, para todos los ladrones que robaron la nación”. Se pidió perdón, pero nadie perdonó. Y en el marco de la lucha por una cultura no represora, habrá que acostumbrarse a que no siempre el que calla, otorga. A veces, está en un prudente silencio pensando cuál es la puteada más adecuada para contestar a ese perdón del “fue sin querer queriendo”. Y entonces aparece la segunda operación subjetiva: el llanto. Insinuado, discreto, acotadísimo, casi como un desliz imprudente del rimel. Un llantito tímido, que bien podía ser por la tristeza de la contemplación de indigencia explícita, cuanto por la confesión de parte que la presidente se estaba cagando de calor. Hace poco la lluvia, ahora la canícula. Y quizá entre el llanto y la transpirata algo se desacomodó y la elocuencia habitual derrapó sin remedio. La multiplicación de los panes y los peces no es una operación milagro. No es sólo Jesús el mago onda David Coperfield que de dos merluzas y tres pebetes logra que más de cinco mil queden saciados. La multiplicación es una parábola, una metáfora, un recurso del discurso. No es una verdad literal. No se puede leer a la letra, como tampoco se puede leer en forma literal una estadística del Indec. La profecía es que comprando panes y peces, o sea, aceptando las leyes del mercado, de las treinta, sesenta, o más monedas, siempre habrá hambrientos. Siempre habrá muertos por hambre. Hace unos años el diario del clarinete tituló: “hay personas que viven con un peso por día”. No aclaraba cómo vivían. O mejor dicho: cómo morían con un peso por día. Ahora dicen los que no piden perdón que con 14 pesos por día una familia tipo (¡otra vez la familia tipo!) puede vivir. Poder se puede, hay que ver si se quiere. De la misma forma que el ministro Randazzo dijo que no se podía prever el desastre en Tartagal, habría que agregar que no podían prever el dengue, ni se puede prever nada de nada. Porque para prever es necesario conocer la realidad real. Que nada tiene que ver con los 14 pesos. Un Estado presente en las luchas populares, presente en la ayuda a las comunidades de base, presente en la expropiación de las plutocracias agrarias, financieras, industriales, presente en la educación, la salud, la alimentación, ese Estado presente no será Jesús, pero tampoco Caifás. Ni el César imperial. La multiplicación de los panes y los peces implica la solidaridad en acto, la cooperación entre hermanos, la ética de compartir opuesta a la moral de la rapiña. “Si querés llorar, llorá” al decir de la insaciable e incorregible Moria. Pero llorar en soledad, llorar hasta enloquecer, hasta la desesperación absoluta, llorar hasta desmayarse por los dolores y tristezas de varias generaciones. Llorar días, semanas, meses y años por las dirigencias que han robado, estafado, asesinado, torturado, masacrado. La eternidad del llanto, solamente si el llanto es sincero. La humedad de los ojos, esas lágrimas con gotero, apenas son los temores de terminar siendo cartera.
Obscenidades
13/03/09
Por Carlos del Frade
(APe).- La historia arrancó el 26 de agosto de 2005. Fue cuando el entonces presidente Néstor Kirchner se reunió con el ministro de Planificación, Julio de Vido, y con empresarios de la industria de las telecomunicaciones. Allí estuvieron, entre otros, el titular de la Bolsa de Comercio, Anselmo Gabbi, y el presidente de la empresa local NG Electrónica, Gustavo Pizarro, elegida para llevar adelante la iniciativa de construir el primer celular argentino que, supuestamente, sería el más barato del mundo. El proyecto tuvo un aporte inicial de 800.000 pesos de parte del gobierno nacional, el mismo que no sabe que en una de las más hermosas provincias argentinas, Corrientes, hay ladrilleros que piden ganar 200 pesos mensuales y que alguien repare que ellos tienen hijos que deben ir a la escuela.

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