El año 2017 se escapa, solo le restan algunos días para que expire. Con el se irán todo lo que prometimos hacer y no cumplimos., pero habrá una nueva oportunidad, cuando el reloj marque las 12 del 31 de diciembre. Entonces en torno a la mesa familiar y tras el brindis, volveremos a comprometernos a llevar a delante lo que venimos postergando. Así, es de esperar que quienes nos gobiernen hagan lo propio. Más aún, por su grado de responsabilidad, antes de que esta año muera, deben hacer un repaso de lo que han prometido y no han cumplido.
Hoy mas que nunca, para sentir lo que siente el que nada tiene , hay que vivir como ese ser . Por eso, muchos dirigentes esta Navidad y Año Nuevo tendrán, con certeza ante si pantagruélicas mesas y quizás, volverán a prometer en vano lo que saben de antemano que no cumplirán. Por eso, hoy más que nunca no estría mal que pasen estas fiesta en cualquier casa de algún habitante de los tantos barrios humildes que tiene nuestro país. Si que por algunas horas, vivan las mismas necesidades que ellos padecen. Soy un iluso, como muchos otros que solo usan la pluma como arma para intentar cambiar las cosas.
Si soy de los que piensan que las revoluciones no se hacen con las armas, porque ellas pronto se vuelven en contra. Para mi el cambio se logra con pequeñas acciones y una de ellas, es que la dirigencia política comparta al menos, por una vez, Navidad y Año nuevo con los más humildes para que, cuando llegue el momento del brindis y las promesas y buenos deseos, piensen en esa gente que sufre, los mire a los ojos y no les vuelvan a mentir.
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